Cuando el lector tenga en sus manos este documento, la Estación de Viticultura y Enología de Vilafranca del Penedès, estará cumpliendo el centenario de las ultimas acciones preliminares a su creación. Entre los últimos meses de 1901 y enero de 1902, tras una visita del ministro de Fomento a Vilafranca del Penedès, surgió un compromiso entre el Gobierno, el Ayuntamiento de Vilafranca y el sector para crear, con la participación de todas las partes, la que pasó a denominarse Estación Enológica de Vilafranca del Penedès.

Su creación, por Real Decreto del año 1902, fue un ejemplo de cómo diferentes administraciones y el sector vitivinícola más próximo se pusieron a trabajar de forma común para conseguir un idéntico objetivo: dar solución a problemas técnicos de viticultura (filoxera, enfermedades criptogámicas, portainjertos), conocimiento de las fermentaciones (levaduras y bacterias) control del proceso de producción (análisis fisicoquímicos), asesoramiento a bodegas (en la producción y en la comercialización), formación en aspectos técnicos (mecanización, poda) experimentación e investigación, siguiendo el ejemplo de otras estaciones enológicas ya acreditadas como la de Haro y otras de Francia e Italia.

Si bien para muchos enólogos es muy grato celebrar este centenario, no es menos grato recordar el ejemplo que se ofreció, y los resultados que se obtuvieron: ya desde los primeros años la Estación de Viticultura y Enología de Vilafranca del Penedès fue la pionera de la investigaciones en técnicas analíticas, en microbiología enológica, en innovaciones en el proceso de fermentación, etc. También durante años actuó como centro de referencia para el resto de España. Para muchos directores de otras estaciones enológicasera un mérito realizar una permanencia en la de Vilafranca, antes de asumir sus responsabilidades.

La actuación de los agentes que participaron en aquella circunstancia, apostando por una labor eminentemente técnica, nos da la pauta de un ejemplo remoto en el tiempo y que bien pudiera ser tomado como referencia no superado. Aquello sentó las bases de una mejora tecnológica indudable para el sector vitivinícola catalán.

La apuesta realizada en su momento, mantenida en años sucesivos con apoyo político y sectorial, hizo posible que muchas empresas pudieran sentir el influjo técnico de unos cambios que, en aquella época, sólo lo obtenían unos pocos privilegiados en su salida al exterior. Aquella apuesta fue realizada a principios de siglo XX, con una amplia visión de futuro. Solamente faltando un par de décadas para finalizar el siglo, el nuevo perfil que presenta la enología requiere una modernización de la infraestructura de la Estación Enológica de Vilafranca.

Durante muchos años las actividades de investigación y las conexas de desarrollo, innovación, experimentación y demostración en Cataluña han sido conducidas a través de la Estación Enológica de Vilafranca del Penedès y Reus. Con una mirada retrospectiva, teñida de admiración por la dinámica que han tenido otros centros fuera de España, las estaciones enológicas han sufrido las consecuencias del recelo de destinar, los escasos recursos públicos de I+D, al sector elaborador de un producto no siempre bien visto.

En Cataluña, lo que fue una estructura de I+D prácticamente basada en las Estaciones Enológicas, que se integraron en el Instituto Catalán de la Viña y el Vino (INCAVI), cambió a partir de los años ochenta, coincidiendo con la apuesta por los vinos de calidad que emprendió el sector y la Generalitat de Catalunya. De esta apuesta tácita surgieron, espontáneamente, grupos de trabajo en las universidades catalanas, que incrementaron y complementaron el trabajo de la I+D basada en el Incavi. Es muy grato recordar las actividades realizadas en este sentido por la Escuela Superior de Agricultura de Barcelona, el Departamento de Nutrición y Bromatología de la Universidad de Barcelona, la apuesta de diferentes departamentos de la Universidad Rovira i Virgili por la creación de la Facultad de Enología y toda su infraestructura de investigación, la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de la Universidad Rovira Roura de Lleida, la Universidad Autónoma de Barcelona, la Universidad Politécnica de Girona y también dentro del Departamento de Agricultura, Ganadería i Pesca (DARP) de la Generalitat de Catalunya: el IRTA, el Servicio de Protección de los Vegetales y la Unidad de Asesoramiento Vitícola del DARP.

Hoy se impone una nueva organización y gestión de la investigación. Para ello es necesario asumir los siguientes puntos:

  • Optimización del empleo de los recursos, tanto públicos o privados, favoreciendo la información y la coordinación entre equipos.
  • Focalizar las actividades de I+D a las necesidades actuales y a la estrategia futura del sector.
  • Conseguir estructuras estables de I+D, tanto de instalaciones y equipamiento, dotándose de equipos estables de investigadores y facilitando la consolidación de un anillo científico específico por un lado e interdisciplinario por otro.

Actualmente, gran parte de los investigadores y técnicos de los países vitivinícolas, miran hacia diversos ejemplos como son: todavía Francia por una parte, y Estados Unidos y Australia por otra. A estos dos últimos se les reconoce pertenecer al muy reducido grupo de países que son la locomotora de la investigación vitivinícola mundial. Quizás convendría comentar algún detalle de su sistema de I+D, que pudiera dar alguna clave que les ha conducido a esta prestigiosa situación.

Australia

Australia, con 130000 has de viñedo y 8 millones de hectolitros de vino producidos, tiene una estructura investigadora pública con responsabilidades bien diferenciadas:

Centrémonos en el AWRI. Ésta es la institución más representativa, creada, en el año 1955, con recursos del CSIRO, la Universidad de Adelaida y Wine and Brandy Australian Corporation. El sector forma parte de sus organismos gestores. Su Consejo de Dirección lo integran 12 miembros, de los cuales seis son representantes del 80% del sector, que vigilan por la gestión y el destino de aproximadamente 3 millones de dólares australianos (unos 1,6 millones de euros, unos 270 millones de PTA) que aportan anualmente a través del Consorcio. Las aportaciones proceden tanto del viticultor como del elaborador en función de la cantidad de uva que producen o transforman y pueden calcularse, entre unos y otros, en 2,7 euros/t (450 PTA/t).

No es de extrañar, por consiguiente, que los temas trabajados por el AWRI posean un enfoque muy preciso sobre las necesidades del sector.

Estados Unidos

Estados Unidos tiene una superficie de 413000 ha y una producción de 22,1 millones de hectolitros. La investigación vitivinícola está muy protagonizada por el Departamento de Viticultura y Enología de la Universidad de Davis. Este departamento tiene, a juicio de la empresa Robert Mondavi, unas instalaciones algo obsoletas. En estos momentos está en curso una donación por valor de 27 millones de euros (4500 millones de PTA) para modernizar sus instalaciones, crear el Instituto del Vino y de los Alimentos, y ofrecer un mejor servicio al sector. Nadie pondría en cuestión que las necesidades de dicha empresa y las del sector serán también las de la Universidad de California.

Francia

El caso de Francia es particularmente importante. No es fruto de la casualidad climática ni edafológica que los vinos de Francia hayan alcanzado un alto reconocimiento de calidad. Todos sabemos que existen muchos climas y suelos mejor dotados, tanto en España como en otros países, para conseguir productos de igual o mejor calidad que los existentes en nuestro vecino país.

Sin embargo, un hecho es incuestionable: Francia posee, como ningún otro país en el mundo vitivinícola, tradición de estudio y de caracterización de sus factores de producción, de sus técnicas y de sus vinos. Asimismo posee una singular y extensa estructura de I+D que ha permitido no solamente la mejora de la viticultura y enología, si no también la de la industria auxiliar y de equipamiento.

Pocos técnicos de explotaciones vitícolas y enólogos desconocen el trabajo y los resultados conseguidos por los centros que integran el INRA, los diversos Institutos de Enología, los departamentos del Instituto Técnico del Vino, las Universidades, el ENSAM, los servicios técnicos de instituciones interprofesionales como el Comité Interporfesional del Vino de Champagne (CIVC) y Estaciones Enológicas, los de las Cámaras Agrarias, del Instituto Cooperativo del Vino, etc. Todos ellos, a mi entender, no solamente resuelven problemas técnicos de la producción o comercialización, si no que actúan, consciente o inconscientemente, como especiales agentes de comercialización y exportación de sus vinos y de su tecnología, lo que beneficia también al sector industrial y de servicios.

Por estas fechas algunos de las personas que lean estas líneas habrán estado en la región del Languedoc-Roussillon, en Montpellier, visitando el SITEVI. Es posible que algunos hayan tenido información sobre las actividades del pool científico-técnico que configura el Institut de Produits de la Vigne (122 investigadores y técnicos del INRA, ITV y ENSAM) y particularmente de la Estación Experimental de Pech Rouge (32 investigadores y técnicos). Ésta que cuenta con 2500 metros cuadrados de bodega e instalaciones técnicas, además de laboratorios de control y 50 ha de viña experimental, pueden ser un buen referente para nuestro país.

Todas estas instalaciones científico-técnicas dedicadas a la viña y al vino, incentivadas por estructuras estables, unidas al espíritu de sus gentes que apostaron por un proyecto vitivinícola de calidad, han hecho que la región del Languedoc-Roussillon haya conseguido una de las situaciones más atractivas para la inversión empresarial.

Quien piense que la actividad de I+D que se desarrolla en su país no tiene trascendencia en su propia empresa, se equivoca, e inconscientemente, se opone a una política global científica y tecnológica para el sector. Si los responsables de una empresa únicamente evalúan su participación en una línea de I+D por el gasto que conlleva, también se equivocan. Sería mejor que lo evaluaran, por los beneficios que obtienen en la racionalización de su proceso de producción, por el coste de los errores que evita y por los beneficios indirectos derivados de conseguir una imagen de empresa innovadora.

No obstante, es posible que lo afirmado anteriormente sea erróneo, y que también están equivocadas las empresas australianas que decidieron subir, hace dos años, en un 30% su cuota de participación en la financiación del AWRI.

Ahora puede uno preguntarse: ¿Existen también beneficios indirectos para el sector derivados de las actividades de I+D vitivinícolas?

 

La I+D como promoción del producto

Este enunciado es uno de los mensajes principales de este documento: la I+D del sector vitivinícola revierte a éste como instrumento de promoción del vino.

Los países consumidores e importadores de vinos reconocen, en foros de discusión y de referencia como la OIV, que las garantías de calidad que proporcionan las instituciones que les prestan servicios durante la fase de producción, son las mejores cartas de presentación.

Según una encuesta realizada en Australia para la definición de estrategias sectoriales de promoción, el 75% de las delegaciones comerciales de países eminentemente consumidores estaban interesados en conocer y comprobar tres aspectos de las empresas y de su entorno:

  • ¿Cual era el programa de aseguramiento de la calidad que disponían?
  • ¿En qué programas de I+D colaboraba su propia empresa?
  • ¿Qué instituciones les servían de soporte para el control de calidad externo y para la mejora tecnológica sectorial?

Todos los conocimientos que profundicen en la singularidad de un producto, en sus factores de tipicidad y en los condicionantes de su proceso de producción, podrían formar parte, bien utilizados, de las claves de la estrategia comercial y de comunicación de nuestros vinos. La aportación científica y técnica sobre un tema, generada por una institución de prestigio, es cuando menos leída con interés. Esto es lo que sucede con las instituciones mencionadas de Australia, Estados Unidos, Francia, etc.

La mayoría de las ocasiones, un dictamen técnico de estas instituciones lleva implícito un rigor de gran nivel que en muchos casos es difícil de rebatir desde otro país. Cuando se participa, con cierta experiencia en la discusión de temas técnicos con repercusión comercial, es fácil comprobar que el nivel de las estructuras de I+D de un país y de un sector condiciona el prestigio de calidad de sus productos. Es un factor más de promoción con apreciable incidencia sobre el desarrollo comercial del producto, argumento que una política con visión de futuro no puede ignorar.

Si bien las empresas vitivinícolas catalanas y españolas han hecho un gran esfuerzo para el aspecto de aseguramiento de la calidad del proceso de producción y en organizar un control de calidad eficaz en su propia empresa, no han explotado convenientemente, salvo honrosas excepciones, la participación en un programa de I+D, bien sea asociado a organismos públicos de investigación o de tecnología o bien a la Universidad.

En este sentido conviene, de forma urgente, que se definan las pautas de acción en las cuales el sector se sienta representado y se ponga a trabajar conjuntamente con la Administración, primero para la definición de los objetivos de una política científica y técnica, luego para establecer la estrategia y para implementar los recursos que se necesiten, colaborando estrechamente en su gestión.

Algunos países han definido, para un periodo mas o menos lejano, su propio horizonte (Australia, Horizonte 2025). Puede que fuera interesante definir para nuestro país, también su propio horizonte científico y tecnológico, aunque sea para un periodo algo más cercano. Quizás sería la manera de comenzar a evitar que la dinámica de la tecnología de nuestro sector la planteen otros y hayamos de actuar siempre corriendo para no quedarnos atrás.

 

La I+D como valorización del territorio

El vino, en los países vitivinícolas europeos, está muy interrelacionado con la cultura y el territorio. Ningún otro producto goza con tanta intensidad de ese reconocimiento y no son muchos los territorios que pueden disponer de elementos de promoción que, como el vino, lleguen de forma tan diferenciada y prestigiosa a hogares y restaurantes.

Pocos productos pueden ser consumidos en el acto más social del ser humano: aquel donde la comunicación es el nexo de unión de los comensales. No es de extrañar que muchos países reconozcan que el vino es un magnífico instrumento de promoción de su cultura y del territorio de donde proceden.

La cultura es el fruto de la forma de ser de sus gentes, de su idiosincrasia, donde se plasman y organizan las jerarquías de las necesidades de su sociedad y la evolución de éstas. Una pregunta se abre camino: ¿Nuestra sociedad ha incorporado la innovación científica y tecnológica dentro de su cultura? Habría contestaciones para muchos gustos, sin embargo es difícil tener una respuesta y sería preferible que cada uno reflexionara según sus experiencias.

En cualquier caso hemos de hacer posible que sea cada vez más evidente la armonía entre territorio, cultura e innovación tecnológica. Sobre ésta última recae la responsabilidad de que el sector vitivinícola tenga prestigio. Es fácil darse cuenta que, cuanta más innovación tecnológica se produzca, más florecientes serán las empresas, y ello es cierto tanto para las empresas usuarias de esa innovación (explotaciones vitícolas o bodegas), como las que desarrollan comercialmente la tecnología (empresas de productos, maquinaria, etc.).

Cuando una acción de I+D tiene éxito, generando resultados que pueden transferirse al sector, se aprecia la aparición de una o varias empresas. El círculo económico puede expandirse en un eslabón más y los beneficios de la misma revierten al territorio.

Aquel período de la vida de España, en el cual tuvo cabida la frase “Que inventen ellos!” sólo conduce a una dependencia tecnológica externa, dejando para otros el aprovechamiento del valor añadido que conlleva toda nueva tecnología.

Y en el peor de los casos, aunque no exista una posibilidad de generar resultados que permitan una nueva tecnología y el surgimiento de nuevas empresas, solamente por el hecho de existir una prestigiosa institución que actúe como polo de defensa del producto, genere conocimientos y los traslade al sector por la vía de la formación, ello ya merece la pena.

Pocos serían capaces de negar que un centro tecnológico, con atractivo suficiente para interesar a profesores e investigadores de diferentes procedencias, capaces de formar equipos interdisciplinares, genera divulgación de la realidad del territorio y acaba por recoger frutos de una forma indirecta.

Cuando alguno de estos centros son capaces de atraer 200 o 300 personas, también todos los años, para recibir la transferencia de conocimientos propios o de instituciones similares del resto del país o del extranjero con los que mantienen contactos regulares, ello genera riqueza y prestigio.

En cualquier caso ¿puede alguien pensar que el Instituto de Enología de Burdeos, y los actos que organiza no son un polo de atracción en ocasión de los certámenes feriales que se organizan en esa ciudad? El vino de Burdeos ¿prestigia y promociona al Instituto o quizás es al revés?

Un territorio es el lugar donde se realizan una serie de actividades con una gran interrelación y que, bien conducidas, pueden dar notoriedad a aquel. Cuando las actividades de una institución de I+D trascienden fuera de ésta, como en el caso de la organización de actos técnicos de formación o jornadas técnicas, congresos, etc., se requiere el concurso de una serie de empresas de publicidad, de restauración, de hostelería, etc. En una palabra, genera movimiento económico y crea riqueza. Es el ejemplo que también tenemos cuando se organizan ferias. Es diferente tener que asumir como inevitable ir a una feria al extranjero para estar al día de las innovaciones técnicas, que poder organizarlas en nuestro territorio y facilitar que éste se beneficie del movimiento económico que generan.

Todos estos hechos vienen a confirmar la idea que si bien la organización de estructuras eficaces de I+D vitivinícolas es responsabilidad de la Administración y del sector al que sirve, el reforzamiento de aquellas, la trascendencia de sus actividades y su integración con el territorio es también responsabilidad de las Administraciones comarcales y locales que atienden los servicios que aquellas requieren.

 

Posibilidades de una nueva organización de la I+D en Cataluña

Antes hemos comentado los diferentes grupos que trabajan en viticultura y enología en Cataluña, y su actividad debe configurar ese anillo científico que ha de ser piedra angular del nuevo escenario que se debe crear. Pero centrémonos un poco en el papel que debe tener el Incavi. Esta institución, pionera de la organización de la I+D en materia vitivinícola de todo el Estado español, tiene delante suyo, conjuntamente con el sector, el reto que le presenta la coyuntura vitivinícola mundial. En los cuadros 1 y 2 se resumen las principales líneas de I+D del Incavi y los principales objetivos para un acción estratégica.

Cuadro 1 Líneas de I+D del Incavi

 

Cuadro 2 Problemática actual y estrategia de la I+D

Actualmente se está construyendo la nueva Estación de Viticultura y Enología de Vilafranca del Penedès, por iniciativa del DARP y del Ayuntamiento de Vilafranca del Penedès y que estará ubicada en el Parque Agroindustrial Àgora. Se construye con la idea de llevar incorporada, también, el calificativo de centro de referencia, lo cual obliga a actuar incorporando como objetivos propios aquellos que provengan de los siguientes colectivos:

  • Los viticultores y elaboradores de vinos y productos derivados
  • Los viveristas seleccionadores y productores de material vegetal
  • Los fabricantes de maquinaria y equipos tanto para viticultura como para bodegas
  • Los productores de materiales auxiliares: tapones, botellas, envases, etc.
  • Los fabricantes de equipos de control analítico
  • Los productores de materiales para viticultura: abonos, fitosanitarios, etc.
  • Los productores de productos enológicos

Todos estos grupos forman parte del sector vitivinícola y para que sus objetivos sean perfectamente asumidos en esa proyecto colectivo que propone el Incavi, cada uno de ellos ha de definir su horizonte y estrategia a medio y largo plazo, para responder sobre cual es el papel que quiere tener en el reto tecnológico del siglo XXI.

Por último, sería imprescindible integrar dentro de ese proyecto a las administraciones comarcales y locales, las cuales han de permitir la infraestructura de servicios más eficaz. Por otro lado han de facilitar que las acciones con proyección exterior generadas por este nuevo Incavi reviertan sobre el territorio que gestionan. En una frase: hacer que el Incavi y el territorio se complementen en su dinámica.

Si ello pudiera ser una realidad, estaríamos en el camino de superar el reto que nos lanzaron las personas que hicieron posible, allá a principios del siglo XX, una Estación Enológica modelo.

En cualquier caso, el sector y la Administración deben apostar por realizar una estructura estable de I+D en Cataluña, congruente con la realidad del siglo XXI, apostando por la institución que hoy por hoy, resulta ser la más conocida de este sector a nivel internacional del Estado español.

 

Papel de las denominaciones de origen en la I+D

El papel de las denominaciones de origen en la generación de la I+D merece un tratamiento diferenciado. Los consejos reguladores son los principales vehículos mediante los cuales los agentes más involucrados del sector vitivinícola: viticultores y elaboradores, han de hacer llegar las necesidades de la I+D a las instituciones. Ellos son los organismos que pueden aglutinar los intereses que tienen los viticultores y los elaboradores, priorizarlos y hacerlos comunes, integrándolos con la realidad del territorio.

Y en ese papel determinante que tienen los consejos reguladores, cuanto más fuertes sean éstos, tanta más incidencia tendrá su problemática en los objetivos de I+D del Incavi. Su fortaleza tanto puede provenir no sólo por el volumen que produzcan, el equilibrio de fuerzas existente en su seno o por su vinculación con el territorio y con las Administraciones comarcales, si no por el análisis que sepan hacer de su realidad productiva, de enfocar soluciones comunes, vehicularlas a través de los vocales técnicos y de compartir con el Incavi la responsabilidad de buscar los recursos financieros necesarios.

Sin que se realice un análisis de los problemas técnicos productivos y comerciales en el consejo regulador, el sector seguramente realizará estrategias individuales, poniendo parches cada empresa según su criterio. Sin que se involucren a los consejos reguladores en la I+D, solamente las grandes empresas podrán tener capacidad de hacer llegar su voz y sus propios recursos a las instituciones de I+D, y contratarla a su medida, con todo lo que ello implica sobre titularidad de resultados y confidencialidad.