Soy Agustí Torelló Roca, nacido en Sant Sadurní d’Anoia un 6 de septiembre, en plena vendimia del año 1990.
Hijo y nieto de bodegueros en el Penedés, todos los recuerd«os de mi infancia están vinculados a ese mundo. De manera directa o indirecta el vino ha marcado nuestro estilo de vida familiar y eso hizo que de algún modo brotara una voluntad de seguir el camino.
Me considero una persona afortunada por el entorno familiar en el que nací, por haber tenido la oportunidad de trabajar fuera de casa por placer y no por necesidad y por estar trabajando día a día en familia desde 2013, cuando decidí fundar AT ROCA, junto con mi padre, a base de mucho esfuerzo y dedicación.

Creo en una vuelta a los orígenes, en un país, el nuestro, donde las D.O. estén organizadas por criteritos puramente geológicos y no políticos, que sean un vector aglutinador de todos los intereses del territorio. Creo en la originalidad, en nuestras variedades autóctonas con siglos de adaptación a las condiciones climáticas y edáficas, responsables directas de esos vinos que trascienden más allá de lo físico cuando el ser humano acompaña con sensibilidad y conocimiento. Creo en una enología de mínima intervención basada en el estudio, en prácticas precisas de tutorización, en una viticultura ecológica y regenerativa que permita interconectar los minerales, la microbiología y la materia orgánica que son la única fuente de vida.
Creo en el futuro, en un Penedés posicionado al más alto nivel mundial dentro del mundo de los espumosos. Cabe recordar que la viña es una planta mediterránea, que tenemos unos suelos calcáreos fruto de un estuario geológico de dieciséis millones de años de antigüedad con gran afluencia de fósiles marinos y que hace más de 150 años que en nuestra zona se elaboran espumosos siguiendo el método tradicional. Debemos luchar por la búsqueda de una identidad propia que los grandes aficionados del mundo del vino persigan porque nuestros vinos hablen de verdad.

De lo aprendido
Me gradué en Enología en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona y cuando terminé los estudios, tuve la suerte de poder viajar a la Champagne para aprender lo que esa región podía enseñarme, y eso es mucho. Un gran profesional e intérprete del terroir, Bruno Michel, me adoptó durante un precioso año y pude comprender de primera mano el gran giro que se estaba produciendo en la región los últimos años a la hora de elaborar Champagnes, donde lo principal ya no era exclusivamente el método sino la calidad del terroir, ver cómo el origen era capaz de dotar a los espumosos de algo más, de una conexión total con la tierra y el entorno. Mi padre siempre creyó en ese modelo, en lo autóctono, en entender el vino como la expresión más pura y perfecta del lugar y allí mi vida cambió.
Para seguir completando mi formación decidí aterrizar durante ocho meses en Mendoza, en el Valle de Uco, posiblemente una de las regiones vitícolas más imponentes del Nuevo Mundo. Trabajé como becario en el equipo de Sebastián Zuccardi para empaparme del componente que ahora estamos intentando impulsar en Penedés: el de salvaguardar y categorizar los suelos y los parajes con rigor para conseguir así dar importancia a la herencia recibida a nivel cultural con mayor énfasis en lo atávico que en lo tecnológico.
A nivel vitícola, España reúne todos los ingredientes de un gran país productor de primerísimo nivel mundial: clima, suelos y cultura. A veces, con la perspectiva del territorio es más fácil comprender el propio origen. De igual forma que Argentina lucha para dar sentido vitícola a la región canalizándola con la Malbec, en el Penedés ya partimos de una cultura milenaria única.
Para terminar mi andadura fuera de casa, entendí que no podía perder la oportunidad de vivir el vino desde uno de los epicentros vitivinícolas de nuestro país, La Rioja. La familia Luis Cañas me abrieron las puertas para poder compartir una vendimia con su equipo de viticultura y enología, por lo que les estaré siempre agradecido ya que en cierto modo fue el sitio donde el viaje terminó y reforzó la idea de que lo original es el único camino posible. Lo que mi ideario podía imaginar de esa región, muchas veces marcada por el estilo y el método, se derrumbó: el terroir volvía a cruzarse en el camino desde un ángulo técnico, casi inaudito por aquel entonces en nuestro país, por la precisión en clasificar todas las parcelas en función de estudios de suelo, conductividad, etc. Aprendí el amor por el oficio y el orgullo del lugar, la pulcritud en el trabajo y el respeto por la tradición.
Aprendí que en el mundo del vino lo más importante es viajar y catar, pisar viñedo y empaparse de todas y cada una de las personas que se crucen en tu camino, que la humildad y la dedicación son las cualidades más importantes en nuestra profesión y que todas las cosas empiezan por trabajar e insistir.