El cambio climático está entre nosotros desde hace más de tres décadas. Al principio, se consideró que se trataba de unos cambios ambientales que generalmente eran explicados externamente y de modo genérico, por lo que no eran asumidos en su totalidad, posiblemente porque la percepción del riesgo no es siempre bien aceptada y, por otra parte y muy importante, debido a la interiorización que se tiene de las propias características cambiantes del clima mediterráneo. Este se caracteriza por un doble estrés, sequía, altas temperaturas y altos niveles de radiación en verano y bajas o muy bajas temperaturas en invierno, junto con o consecuencia de importantes fenómenos climáticos como la oscilación del Atlántico Norte, oscilación del Mediterráneo Occidental y la oscilación del Ártico, conocidos por sus siglas en inglés NAO, WeMO y AO, respectivamente.

Posteriormente con los informes del Panel de Expertos de Cambio Climático de la ONU (IPCC) que se inician en 1998 y culminan con el de 2014, junto con los desarrollados en Cataluña con los tres informes del cambio climático a escala regional y los generados a partir de las agencias de meteorología del Estado (véanse proyecciones a escala nacional de la Agencia Estatal de Meteorología, AEMET) y también las realizadas por el Servei Meteorològic de Catalunya, SMC, de ámbito catalán), se ha llegado a un nivel de regionalización, de detalle, que muestra clara y objetivamente la evolución del clima desde los años ochenta del siglo pasado hasta la actualidad, así como su proyección hasta finales del siglo XXI.

En los últimos años, con el fin de acercar las soluciones a la realidad y además tratar de hacerlo en red, con países e instituciones próximas geográfica, ambiental y socialmente hablando, se constituye la red de Expertos Mediterráneos sobre Cambio Climático y Medioambiental (MedECC), ya que la región mediterránea se ve afectada por numerosos aspectos del cambio ambiental, incluido el cambio climático, así como a la sobreexplotación de recursos y la contaminación del aire y el agua.

MedECC tiene una clara función de generar y ofrecer información objetiva, básica, contrastada y aplicable, para que los gestores puedan tomar decisiones al respecto de los efectos del cambio climático y las estrategias de adaptación y mitigación al mismo.

Por ello en 2015 se creó MedECC, que se constituye como una red de expertos científicos internacionales abierta e independiente, que actúa como un mecanismo de apoyo continuo para los gestores públicos de decisiones y el público en general, sobre la base de la información científica disponible y la investigación en curso.

La construcción de esta red responde a varias iniciativas de las instituciones regionales –como los programas sobre medio ambiente de las Naciones Unidas a través de la Mediterranean Strategy for Sustainable Development  (MSSD 2016-2025) y el Marco Regional para la Adaptación al Cambio Climático en el Mediterráneo– y del Grupo de Expertos en Cambio Climático de la Unión para el Mediterráneo.

MedECC incluye a más de 400 científicos de 35 países y está abierta a todos los expertos científicos que trabajan en cambio climático y ambiental desde la perspectiva de las ciencias naturales, las ciencias sociales o las humanidades. MedECC cubre todas las principales subregiones geográficas del área mediterránea.

«Las proyecciones de los modelos climáticos presentan reducciones en la cantidad de agua total disponible para todo este siglo.»

Está claro, pues, que se tiene información, conocimientos y equipos, entre otros medios, tanto a escala supranacional, como estatal y regional para intervenir, mejorar las acciones y hacerlas más idóneas para cada momento y situación.

La viticultura en la región mediterránea, incluida la península Ibérica, se ha consolidado a escala mundial mediante la calidad en su manejo y el producto final entregable, lo cual se ha desarrollado por métodos agronómicos basados en el conocimiento ecofisiológico y genético de las variedades y patrones cultivados. Aun así, el crecimiento, el rendimiento y la calidad de la uva y el vino dependen en gran medida del clima, que es distinto desde que en las décadas de 1970 y de 1980 empezó a cambiar, para no dejarlo de hacer hasta que nuestro sentido común no lo impida.

En este sentido, las proyecciones de los modelos climáticos presentan reducciones en la cantidad de agua total disponible para todo este siglo (fig. 1) y si, además, se tiene en cuenta el cambio global, que incluye entre otros, los usos del suelo, el coste de la energía, el incremento de población fija y móvil, las necesidades de la industria, el mantenimiento de la biodiversidad, etc., hay que considerar una previsible mayor competencia real por el agua, que habrá que ponderar según necesidades.1

Figura 1 Proyecciones hasta final del siglo XXI realizadas en el contexto del proyecto CIEN GLOBALVITI, por el SMC y el IRTA.
(Gráfica superior) Temperatura media anual. Evolución temporal proyectada de las anomalías medias anuales de temperatura media (°C) al norte de la comarca del Alt Penedès (1971-2100). (Gráfica inferior) Precipitación media anual. Evolución temporal proyectada de las anomalías anuales de precipitaciones (mm) al norte de la comarca del Alt Penedès (1971-2100)
[Fuente: IRTA (2018)]

El cambio climático aumentará la temperatura a nivel general, pero donde realmente es apreciable es en los cambios locales, ya que estos pequeños cambios de temperatura/evaporación pueden tener gran influencia sobre el equilibrio de carbono entre fuente y sumidero, del crecimiento vegetal (morfológico y metabólico), de las variaciones en la fenología de las especies y, por tanto, en sus relaciones ya sean de predación, competencia, simbiosis o patogenicidad (López-Bustins et al., 2014). En esta distancia corta, en la de la denominación de origen, la del terroir, la de la finca, es donde el cambio climático tendrá distintos grados de incidencia.2

«Hay que adaptar nuestra viticultura de bajo impacto ambiental (según el contexto de la DO y de cada realidad geográfica) al cambio climático.»

En este ámbito, el establecimiento de indicadores holísticos de cada parcela, de cada bodega, en el contexto de su DO y realidad geográfica, como son la cantidad de materia orgánica en el suelo, el contenido de agua en el mismo, el balance hídrico de acuerdo a la canopia y carga de frutos, la ratio entre aplicaciones de fitosanitarios orgánicos y producción, los índices de biodiversidad asociados a las cubiertas verdes del suelo y otros indicadores descritos en el proyecto por diferentes grupos de investigación, son fundamentales para adaptar nuestra viticultura de bajo impacto ambiental al cambio climático, como muy bien ha estado descrito por diversos autores (véase bibliografía).

Al cambio climático, hay que añadir que existe una gran variabilidad en todo, lo cual genera tensiones en la sociedad, en el sistema, que no estaban previstos o lo eran en menor medida, que todavía son y serán importantes (fig. 2).

Figura 2: Factores que influyen en la productividad en el siglo XXI.
[Fuente: Tomada de Savé (2017)]

Como consecuencia, estas tensiones pueden favorecer la aparición de disfunciones graves en los modelos, especialmente en las proyecciones climáticas, de población, como son:

El avance imparable en la globalización. Así, la mejora de las comunicaciones convencionales, pero sobre todo el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, llevan a una sociedad global, diferente a la actual. Ello genera una reducción de las fronteras comerciales, intensifica los procesos de normalización y las empresas están adaptando sus estrategias desde una perspectiva más amplia del entorno competitivo y en la localización de muchos servicios.

La interconexión del vector energético con el vector de alimentación. Como la agricultura tiene un papel relevante en la producción de energía, la integración de las tendencias de precios es casi absoluta. Como consecuencia, la presión de la demanda sobre la oferta agrícola aumenta y los mercados volátiles de alimentos se convierten en especialmente atractivos para la especulación. A su vez, cada vez es más claro y aceptado el binomio agua/energía tanto en lo que se refiere al riego, como a la mayoría de procesos agroindustriales de transformación y elaboración de alimentos.

• Para nuestro propio mercado, el desarrollo de los países emergentes, aparte de una satisfacción moral, posibilita el incremento de las ventas, generando nuevas demandas en cantidad y calidad alimentaria, pero apareciendo como segunda derivada una mayor presión hacia los recursos naturales.

Esta es una original presentación sobre la pérdida de biodiversidad que propone el canal Nature Video:

La biodiversidad está sufriendo importantes cambios, que tienen que ser evaluados con una nueva perspectiva espacial, temporal, sin prejuicios y valoraciones desde el conocimiento actual sin más.

Es interesante generar alertas, sin embargo sería como si nos fijáramos en un fotograma de una película y no en la totalidad; los cambios, las transiciones, son importantes para bien y para mal, pueden incidir directamente en la cotidianidad y en el resultado final, pero hay que valorar si es mejor conservar o entender el cambio continuo.

La desigualdad económica y social sostenida y creciente es una realidad, por mucho que se trate de esconder, matizar…. es una lacra, que tarde o temprano generar un importante problema global de estabilidad del sistema.

• La situación de demanda creciente de productos vitivinícolas promueve la necesidad de una mayor intensificación de la producción con el objetivo de obtener mayor productividad por unidad de superficie y de aportación externa, junto con una clara y decidida política de conservación medioambiental. Todo ello genera un gran reto para la agricultura del siglo XXI, ya que las prácticas utilizadas hasta el momento, tienen claros límites tanto en sus ingresos (utilización de recursos no renovables), como de resultados (saturación de la producción e incremento de producto almacenado y de residuos).

Mapas de contenido de carbono en suelo vitivinícola

Un último y muy importante esfuerzo del Estado ha sido el adherirse a la estrategia del «4 por 1000» de la COP 21 y 22 –una iniciativa impulsada por Francia que busca mostrar que la agricultura, especialmente los suelos agrícolas, pueden desempeñar un papel determinante para la seguridad alimentaria y el cambio climático–. Junto con otras instituciones de investigación catalanas, como el IRTA, que también se han adherido, se ha generado el primer mapa de contenido de carbono en los suelos agrícolas de Cataluña (fig. 3).

Figura 3 Mapa del contenido de carbono orgánico en los suelos agrícolas, Cataluña
[Fuente: IRTA]

 

Estos mapas proporcionan la línea de base para poder planificar a escala territorial la incorporación de materia orgánica en los suelos y así, además, promover un incremento en la fijación de carbono, que permitirá el desarrollo de la principal estrategia de mitigación agrícola.Asimismo, esta línea estratégica contribuye a adaptarse al cambio climático, ya que un incremento de carbono, de materia orgánica en los suelos, favorece la retención de agua y, consecuentemente, constituye un plan adaptativo frente a la sequía, mayoritariamente en los secanos, que es el 65 % de nuestra superficie vitícola.

 

Más información:
https://www.4p1000.org/es
http://www.irta.cat/es/…

Estamos ante una nueva realidad productiva, ambiental y de mercado, donde por primera vez conceptos como salud, consumidor, escasez de recursos (suelo/agua/energía), medio ambiente… forman parte del problema y de la solución al mismo tiempo (fig. 4).

Figura 4 Potencial esquema de los factores que condicionarán el funcionalismo agrícola en el siglo XXI
[Fuente: Tomada de Savé (2017)]

Los problemas asociados al cambio climático se conocen y están bien detectados, las soluciones de base científico-técnica son conocidas y están disponibles, no en un sentido general, sino bajo la consideración del más estricto sentido común. Ahora hay que actuar, ni más ni menos. Se abre una importante labor demostrativa y de transferencia de conocimientos: nada es nuevo, sin embargo, todo es más complejo, rápido, frecuente.

Quizá se debe asumir que el modelo que nos ha llevado a esta situación es el único que no puede sacarnos de la misma. Otras ideas y conceptos, desde una visión humanística que contemple lo social, son necesarios. Sin duda, a día de hoy, las soluciones ya no pueden ser simplemente científico-tecnológicas.

 

Notas

1. Se puede ampliar información sobre distintos proyectos relacionados:
http: //www.irta .cat /es/irta-agua-soluciones-mon-mes-sostenible/
http://medacc-life.eu/ca
http://www.creaf.uab.cat/accua/
http://demoware.eu/en
http://www.empresaclima.org/proyecto/vin-adapt/
http://www.lifeebroadmiclim.eu/es/

2. Véanse proyecciones a escala nacional de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) en  http://www.aemet.es/es/serviciosclimaticos/cambio_climat
y también las realizadas por el Servei Meteorològic de Catalunya (SMC), a escala local en http://www.meteo.cat/wpweb/climatologia/el-clima-dema/les-projeccions-climatiques-a-lsmc/

 

Bibliografía

. Escobar, C., De Herralde, F., Savé, R., Rodriguez, I., Cela, R., Gil, JM. El proyecto VINOVERT: explorando la demanda hacia un sector más sostenible. Enoviticultura 2017; 49: 2-6.
. López-Bustins, J. A., Pla, E., Nadal, M., De Herralde, F., Savé, R. Global change and viticulture in the Mediterranean region: a case of study in northeastern Spain. Spanish Journal of Agricultural Research 2014 12 (1): 78-88.
. López-Bustins, J.A., Pla, E., Pascual, D., Retana, J., Savé, R. El clima i la producció d’olives a la Catalunya seca: el cas de Cabacés (el Priorat). Treballs de la Societat Catalana de Geografia, 2013, núm. 75, juny 2013, p. 291-303. ISSN: 1133-2190 (ed. impresa); 2014-0037 (ed. digital) URL: http://revistes.iec.cat/index.php/TSCG; doi: 10.2436/20.3002.01.34.
. Luque, J., Camprubí, A., De Herralde, F., Savé, R., Calvet, C. 2015. Enfermedades fúngicas de la vid: una visión de futuro. Semana Vitivinícola 2015; 3450: 1110-1116
Reguant, F., Savé, R. «Disponibilidad alimentaria y desarrollo global sostenible». Cap. 2. En: El sistema alimentario: globalización, Sostenibilidad, Seguridad y cultura alimentaria. Madrid: Thomson Reuters Proview Aranzadi, 2016.
. Romero P. El impacto del cambio climático en la vid: respuesta adaptativa y repercusiones en la calidad de la uva y el vino. Enoviticultura 2018; 52: 5-29.
Savé, R., De Herralde, F., Alsina, MM., Aranda, X., Biel, C., Nadal, M., Smart, D. Potenciales vulnerbilidades de la viña en el Priorato frente al cambio global. Revista de Enologia. Edición Digital Ciencia 2008; 95: 1-8.
. Savé, R., B. Grau, I. Funes, C. Biel, X. Aranda, G. Borràs, F. Mauri, S. Vicente-Serrano, J. Zabalza-Martínez, E. Pla, D. Pascual, G. Cantos, R. Matéu, F., de Herralde. La movilidad del cultivo de la vid, ¿una adaptación al cambio climático? Enoviticultura 2017; 45: 2- 9.
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. Terradas, J., Savé, R. Summer-winter double stress and water relationships as clue factors in the distribution of Quercus ilex L. Vegetatio 1992; 99-100: 137-145.