En la producción agraria de la península Ibérica, se destaca la trilogía mediterránea: trigo, viña y olivo. Si nos detenemos en el análisis de la viticultura, podemos realizar la siguiente tríada de variedades: autóctonas, alógenas e híbridas (naturales y artificiales). La etimología del término autóctono procede del latín autochthδnes y éste del griego αύτόχθων (de αύτός que significa «el mismo», «propio» y de χθων, «tierra»). En la mitología griega, los autóctonos eran hombres surgidos directamente de la tierra, lo que indicaba que estaban especialmente vinculados con ella para siempre.

Para diferenciar entre especies autóctonas y alógenas o foráneas se utiliza una escala espacial (área o región) que, junto con la apropiada información documental y los indicios de haber sido introducidas en un área, antes de una época determinada, completan la información. Así, podríamos diferenciar las viñas «nativas» o «endémicas», de las cultivadas por los hombres.

En algunas circunstancias, como por ejemplo definir las variedades minoritarias, se ha determinado que éstas hayan sido citadas antes del ataque de la filoxera en España. La mayoría de híbridas interespecíficas dio lugar a portainjertos o patrones sobre los que se injertaron variedades europeas con el fin de combatir dicha plaga. Otros cruces interespecíficos fueron los híbridos productores directos, que resistieron las enfermedades fúngicas; se adaptaron a los distintos suelos y climas, y eran de elevada producción y coloración.

La opinión más generalizada es que las variedades no son propias de una determinada zona, pero a algunas sí se les concede autenticación. La recuperación de variedades autóctonas es un componente más contra del cambio global, que incluye la sostenibilidad, el cambio climático y el combate contra los agentes contaminantes, entre otros factores. En los trabajos de selección clonal se analiza e investiga el material vegetal autóctono. Por su parte, desde las denominaciones de origen (DO) también se están recopilando las investigaciones con variedades y sus vinos, con el fin de resaltar las propiedades únicas; se llevan a cabo inventarios de posibles variedades autóctonas y la posibilidad de conservación in situ. Se trata de resultados de mantenimiento de la biodiversidad del propio concepto de las DO, de identificar y unir la producción con el territorio.

En las zonas de antiguo cultivo de vid se realizan prospecciones para hallar las variedades que han subsistido (selección natural) y no perder los vestigios de variedades que podrían tener cierto interés por su resistencia a los hongos, adaptaciones edafoclimáticas, productividad, etc. En esta prospección es importante comprobar que no se trate de rebrotes de patrones alógenos que puedan fructificar, así como si los ancestros son variedades asilvestradas y cuál es la variabilidad genética intravarietal.

 

Registros y catálogos de variedades

Las variedades de mesa y para vinificación más ampliamente conocidas, y que pueden cultivarse, son las que aparecen en el Registro de las Variedades Comerciales (RVC) de viña de España y en publicaciones. Las variedades de cultivo tradicional o más local, o bien las nuevas o extranjeras que se desee introducir para investigación –sometidas a cultivo experimental–, son competencia del RVC en su listado provisional, lo que no implica que sea condición restrictiva.

En la Unión Europea existe una red que actúa sobre los recursos genéticos de la viña: colecciones, catalogaciones, etc. El catálogo europeo de variedades está a punto de publicarse, y las fuentes para su elaboración han sido los boletines oficiales de cada Estado miembro y su coordinación general a cargo del INRA.

 

La protección de las variedades

La preservación de la variabilidad se realiza mediante colecciones de germoplasma. Es importante realizar una sabia protección de las variedades minoritarias españolas. De igual modo, debe evitarse la confusión varietal, y ahora las revisiones (comparación de sinonimias y homonimias, evaluaciones ampelográficas, agronómicas y enológicas, etc.) y los análisis mediante técnicas moleculares lo permiten de forma rápida. Un ejemplo puede ser la puesta en circulación comercial de una planta de una colección de un banco de germoplasma de viña, erróneamente identificada, como ha sido el caso de la traminer o savagnin blanc, en vez de albariño.

La huella genética o patrón de fragmentos polimórficos de restricción del DNA que sirve para identificar genomas individuales lleva a la identificación de las variedades. En un futuro próximo, ¿podremos utilizar huellas, como por ejemplo, la huella antociánica en vinos tintos, o bien otras para distinguir las variedades autóctonas de las alógenas?