La cultura europea, tan potente en sus vertientes visual y auditiva, sigue en busca de su identidad olfativa. En octubre de 2020 se puso en marcha Odeuropa, un ambicioso proyecto que tiene como objetivo identificar y recopilar el patrimonio olfativo del continente como parte del patrimonio cultural.

El proyecto, que ha entusiasmado a los medios de comunicación de todo el mundo, ha despertado el interés, por alusiones, del sector perfumista, alimentario y de la salud entre otros. Pero también de historiadores y estudiosos del mundo literario, así como de informáticos y expertos en datos y en inteligencia artificial que se ha puesto a la tarea de rastrear olores en imágenes artísticas y textos literarios europeos.

A las pocas semanas de la puesta en marcha del proyecto, las contribuciones internacionales desbordaron los objetivos y el proyecto ha ido evolucionando hacia una conversación planetaria sobre la relevancia del olfato en nuestras vidas, incluyendo los frecuentes trastornos del olfato que actualmente se están produciendo como consecuencia de la pandemia de COVID-19. Este movimiento alrededor de Odeuropa refleja la importancia que los seres humanos otorgamos al olfato en la configuración de la cultura, de las culturas, tanto individuales como colectivas, desarrolladas a través de los años o de los siglos, según el caso.

Tras el entusiasmo inicial comienzan a dibujarse algunas inquietudes sobre las conclusiones a las que llegará el proyecto y cómo quedará en ellas reflejado el patrimonio sensorial europeo.

El vídeo promocional del proyecto contiene declaraciones como  “el tabaco es un olor central en la historia y el patrimonio europeos”, y hace referencias a “el olor a aceite de motor o el de los libros antiguos”. Una rápida búsqueda en el web del proyecto da como resultado que el vino, ni como producto ni como generador de un lenguaje olfativo, aparece en Odeuropa lo cual resulta paradójico en un continente vitivinícola.

Las dinámicas europeas y sus aromas

El comercio colonial y la Revolución industrial han sido sin duda dos eventos que han marcado profundamente la cultura europea, pero tanto o más lo ha hecho, y por más tiempo, su agricultura. Las fragancias de las especies vegetales que tapizan el campo europeo han impulsado una industria floreciente y de alto valor añadido, y las viñas que crecen por casi todos los rincones del continente ha sido uno de los fenómenos culturales, pero también económicos, más propiamente europeos. El vino (y sus derivados) ha estado presente, como un factor decisivo en el crecimiento y la expansión de la cultura europea y ha proporcionado enormes beneficios a quienes se han dedicado históricamente a su comercio.

«El vino es uno de los ingredientes de la cultura europea más transversal.»

Europa ha sido un nudo en el comercio de sabores y fragancias: tabaco y café, cacao, té y especias han aromatizado y entusiasmado a los ciudadanos europeos más distinguidos, pero el vino ha sido el aroma que han compartido miembros de toda la escala social. Es uno de los ingredientes de la cultura europea más transversal.

El vino ha sido durante siglos un producto ubicuo y sus aportaciones sensoriales han formado y siguen formando parte de la memoria colectiva y de las creaciones literarias y artísticas europeas.

«El imaginario de los enólogos ha construido una parte esencial de patrimonio olfativo europeo.»

Por ello, en la medida en que el vino es el reflejo de la personalidad, la imaginación y la destreza de quien lo elabora, el imaginario de los enólogos ha construido una parte esencial de patrimonio olfativo europeo.

Las sutiles diferencias sensoriales que presentan las variedades básicas de tabaco, cacao o café no pueden compararse con la abundancia de variedades de vid, la enorme diversidad de registros sensoriales que pueden adquirir y el extenso glosario de términos lingüísticos necesarios para describirlos, habiéndose convertido muchos de ellos en valores específicos de la cultura de un entorno o una región geográfica. La vid como generadora de paisajes y el vino como elaboración cultural siguen siendo uno de los patrimonios sensoriales de mayor calado en Europa, y con toda certeza las conclusiones del proyecto Odeuropa así lo reflejarán. Pero es necesario que el mundo de la vitivinicultura atienda, entienda y se implique en este proyecto europeo.

Los colaboradores

La extensa red de expertos, instituciones, universidades y empresas que sostienen el proyecto, financiado con 8,2 M€ por parte del programa de investigación Horizonte 2000 de la Unión Europea, incluye entidades con diversos intereses, con especial acento en el mundo del perfume y los aromas y la informática, pero sin conexión alguna con la enología. Dado que el proyecto se desarrollará hasta 2023, hay oportunidades para que entidades europeas e internacionales como la OIV, residente en Europa, puedan desarrollar un papel activo en Odeuropa.

Los investigadores

El proyecto se ha desarrollado a iniciativa de los Países Bajos y concretamente del Cluster de Humanidades KNAW de Ámsterdam. La investigadora principal es Injer Leemans, profesora de Historia Cultural en la Vrije Universiteit Amsterdam, y el grupo de científicos que la acompañan reúnen una enorme cantidad de conocimiento que, una vez más, no incluye el vitienológico. Un déficit que seguramente habrá que compensar.

Como conclusión, hay que preguntarse por qué el aroma de Europa puede caber en una lata, en una taza, en una bocanada de humo o en una jícara, pero no en una copa. Y a continuación, por qué el mundo del vino se ha alejado de las dinámicas culturales del continente, manteniendo algunas posiciones arcaicas y defensivas al respecto y no ha liderado iniciativas que pusieran de manifiesto su enorme peso en la cultura europea y en casi todas las culturas del mundo.