La biodiversidad no es una cuestión de mamíferos, plantas o insectos. La vida microbiana representa la mayor parte de la biodiversidad de la Tierra. Las estimaciones globales incluyen entre 5 y 7,7 millones de especies únicas de animales, 500 000 plantas, entre 6 y 8 millones de hongos terrestres y hasta 1 billón de especies de procariotas.

Los microbios son los que regulan los principales ciclos biogeoquímicos de nuestro planeta, hasta el punto de que las evidencias de la actividad biogeoquímica microbiana son los principales indicadores de la existencia de vida (terrestre o extraterrestre). Al regular los ciclos globales de nutrientes, el intercambio de gases de efecto invernadero y la transmisión y protección de enfermedades, el microbioma de la Tierra proporciona un sistema de soporte vital esencial global. Una Tierra que funcione sin un microbioma que funcione es casi inimaginable, por lo que son cada vez más preocupantes las señales de que la biodiversidad microbiana está amenazada.

Desde disciplinas dispares, como la medicina y la agricultura, los científicos continúan descubriendo cómo el microbioma impulsa procesos esenciales a macroescala en plantas, animales y ecosistemas completos y cómo esos ecosistemas se resienten cuando el microbioma se empobrece.

Revitalizar un ecosistema degradado por un uso exhaustivo e inadecuado de la silvicultura y la agricultura requiere el restablecimiento de las condiciones iniciales de la biomasa para lograr de nuevo el equilibrio. Pero no solo la biomasa.

Los autores del artículo «Defending Earth’s terrestrial microbiome» sostienen que es imprescindible la conservación y restauración de la vida microbiana del suelo, así como la incorporación activa de la biodiversidad microbiana en los paisajes forestales y agroalimentarios gestionados, con especial énfasis en los hongos del suelo. Cuando se incorporan especies vegetales en un ecosistema raras veces (por no decir nunca) se procede a “plantar” el microbioma asociado, y eso tiene consecuencias en el rendimiento de las especies vegetales.

El estudio analiza 80 experimentos ya publicados para demostrar que la restauración del microbioma nativo del suelo puede acelerar la producción de biomasa vegetal en un 64 % en promedio, en todo el ecosistema. Esto implica que existe un enorme potencial dentro de los paisajes gestionados, ya que la agricultura y la silvicultura son los usos dominantes del suelo. Además de mejorar y estabilizar los rendimientos, la mejora de la biodiversidad microbiana en paisajes gestionados es una oportunidad crítica y poco apreciada de construir reservorios, especialmente en lugares áridos, de vida microbiana en todo nuestro planeta.

En viticultura, las prácticas de restablecer la biomasa que representa la cubierta vegetal de suelo y que tienen un efecto reparador del equilibrio de todo el ecosistema vitícola deberían acompañarse, según el trabajo citado, con la inoculación del microbioma correspondiente, para lo cual será necesario conocer la auténtica dimensión del microbioma global. Y queda mucho por hacer.

Mapa de prioridades de muestreo para el microbioma fúngico del suelo. Los colores más claros indican áreas de mayor urgencia: a) prioridades de muestreo basadas en condiciones ambientales que aún no han sido captadas por las observaciones existentes, b) prioridades de muestreo basadas en la distancia geográfica absoluta de las observaciones existentes y c) promedio de los dos mapas de prioridad de muestreo. Los puntos verdes indican ubicaciones de muestras de suelo existentes en la base de datos global de hongos (Global Fungi Database)

 

En la medida que se adquiera la capacidad para diseñar el microbioma de un ecosistema determinado, se evitarán errores de gestión del suelo como los monocultivos microbianos de unas pocas cepas microbianas de alto rendimiento, que pueden exacerbar la vulnerabilidad del ecosistema a los patógenos y a los eventos extremos. Aprovechar la diversidad de la vida microbiana tiene el potencial de transformar la gestión de los ecosistemas, pero requiere que entendamos cómo conservar el microbioma de los viñedos y, en definitiva, de la Tierra.