Esta crisis financiera, en la que el mundo está inmerso, amenaza con desmantelar (para ser exactos, ya lo ha hecho) un número significativo de principios aparentemente inamovibles, de paradigmas que han resistido durante años, siglos o milenios y han marcado nuestra forma de actuar y comprender el mundo.

Parece que las primeras víctimas de la crisis han sido los conceptos que pueden explicarse con dos frases. En resumen, si algo ha sido sencillo hasta ahora, va a dejar de serlo.1 Por ello va a ser necesario no sólo talento, también esfuerzo para conseguir el triunfo, y únicamente la capacidad de adaptación a un entorno en evolución se convertirá en valor seguro. Esta terminología darwiniana no es gratuita ni oportunista a cuenta de la celebración del 200 aniversario del nacimiento del famoso naturalista. Es la constatación de una realidad que cualquiera puede identificar en su entorno sin necesidad de teorizar. En definitiva, va a ser imprescindible innovar.2

El vino y su entorno económico y profesional ha hecho de su tradición uno de los baluartes de su éxito, y ha cosechado una notable expansión con esas premisas, pero no deberíamos sacar conclusiones apresuradas de ello: deberemos tener en cuenta que ha conquistado grandes mercados en los que era un producto relativamente novedoso, en los que el propio vino representaba una innovación.

La innovación en viticultura y enología, comparada con otros sectores en expansión, se administra con prudencia, casi a media voz, como para no perjudicar una cierta aura de «esfinge» (enigmático, inamovible, divino) del producto.

Novedades como el juiceliner o el sistema Memstar son algunas de las incesantes contribuciones que la innovación propone y que pueden cambiar y revalorizar los procedimientos enológicos y abrir expectativas, o simplemente desaparecer por falta de desarrollo o aplicación. Sabemos que la innovación no es una panacea, es un procedimiento para incorporar conocimiento y debe, por ello, encontrar su articulación en el sector vitivinícola.

El sector que resurja de la crisis seguramente deberá asumir, como casi todos, cambios significativos. Y aparecerán nuevas oportunidades profesionales: alguien gestionará el día a día en la bodega, pero habrá un profesional cuyo cometido será impulsar la innovación y el valor añadido de las empresas elaboradoras. Para que ese profesional sea el enólogo es la razón por la cual Acenologia promovió un congreso como el de Benasque en el que se sometieron a consideración ideas embrionarias y procedimientos en fase de patente con potencial para innovar en los distintos aspectos profesionales del vino. Incluso hubo talleres en los que las propuestas innovadoras no iban dirigidas al vino, sino a los propios degustadores y, más concretamente, a sus sentidos, hasta ahora considerados factores imparciales e inamovibles.

Y esa es la razón de este monográfico que recogerá, desde hoy hasta finales de abril, las aportaciones más interesantes de aquel congreso.

Hay que abrir una ventana por la que irrumpan y circulen con facilidad las grandes tendencias de la innovación, la tecnología y la ciencia En contrapartida, ese flujo debe encontrar un profesional atento, predispuesto y preparado para que fructifiquen el desarrollo, la innovación y el cambio. Ese, creemos, es el camino que conduce al enólogo del futuro.

 

Notas

  1. Los ninja no son guerreros orientales, son propietarios de hipotecas insolventes (no income, no job, no assets: sin ingresos fijos, sin empleo, sin propiedades): http://leopoldoabadia.blogspot.com/search/label/%2B%20ANEXO%201%20Crisis%20NINJA
  2. En la misma línea, tampoco es sencillo definir innovación:http://www.getec.etsit.upm.es/docencia/ginnovacion/ginnovacion.htm

 

Más información en Acenologia:
http://biblio.acenologia.com/Benasque_2008.htm

Otros enlaces de interés:
http://darwin-online.org.uk/2009.html
http://www.swissinfo.org/spa/portada/detail/Una_m_quina_vendimiadora_polivalente.html?siteSect=105&sid=7169085&cKey=1161166904000
http://www.memstar.com.au/modules/mastop_publish/