Javier Martín Vide, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona y jefe del grupo de climatología de la misma, ha centrado su actividad investigadora en numerosos aspectos de la variabilidad climática y en el estudio de las causas asociadas al cambio climático. El impacto de la crisis climática en los cultivos, entre ellos la vid, es uno de los aspectos por los que se ha interesado a la hora de plantear modelos futuros para la región mediterránea.

 

El cambio climático aparece ya como un fenómeno sin contestación entre los científicos, pero ¿qué nos dicen los datos de que disponemos sobre su extensión e intensidad futura a escala global?

Los modelos climáticos, que son la herramienta más potente de que disponemos actualmente para explicar el estado y la evolución del sistema climático, estiman un aumento de la temperatura media global anual para el último decenio del siglo XXI de entre 1,8 y 4,0 ºC respecto a la de las dos últimas décadas del siglo XX. Esto supone, incluso en la banda baja de la horquilla, un incremento térmico muy superior al experimentado durante el último siglo. De manera global, la cuenca del Ártico será la más afectada por el efecto que tendrá la pérdida de hielo marino y, por tanto, el consiguiente aumento de la absorción de radiación solar.

 

Y esos mismos datos, ¿qué escenario climático son capaces de dibujar para nuestra región en el Mediterráneo occidental?

La cuenca del Mediterráneo y el sur de Europa no escapan al calentamiento previsto a escala global. Incluso en las tierras no costeras, como el interior de la península Ibérica, se prevén aumentos de temperatura superiores a los planetarios, en especial en verano. En cuanto a la precipitación, la región mediterránea, al igual que las franjas subtropicales del planeta, verá reducir los totales de lluvia acumulados. Estimamos que la merma anual en la península Ibérica estará comprendida entre un 5 y un 20 % de precipitación a finales del siglo XXI, respecto a la que se recoge en la actualidad. En resumen, una región sensiblemente más cálida y significativamente más seca.

 

En este supuesto ejercicio de predicción, ¿existe alguna región actual del planeta que presente unas características climáticas similares a las que se prevén en nuestro país dentro de 50 años?

Podría, con la distancia y precaución debidas, valer el símil de una traslación latitudinal de la región mediterránea hacia el sur, concretamente en los límites áridos con los desiertos tropicales.

 

¿Cómo cree que afectará el cambio al paisaje vegetal mediterráneo? Y a los cultivos de nuestra zona, ¿son estos más o menos sensibles a las variaciones del clima?

Todo parece apuntar a una aridificación del paisaje actual, con la sustitución, en algunos casos, del bosque mediterráneo por matorrales y vegetación de menor porte, más termófila y menos exigente con las limitaciones de agua, es decir de tipo esclerófilo. Evidentemente, ciertos cultivos actuales encontrarán condiciones menos apropiadas para su óptimo desarrollo, como aquellos que requieren de una pausa invernal fría bien marcada. En contrapartida, algunos, como los muy sensibles a las heladas, pueden verse favorecidos por las temperaturas invernales más suaves.

 

Respecto a la vid, con sus relativos pocos requerimientos climáticos, ¿se puede decir lo mismo?

La vid, contando con todas sus variedades y sistemas de cultivo disponibles, constituye una especie extraordinaria por los amplios rangos de variación de la precipitación y la temperatura que admite. Por ejemplo, en el caso de España la vid se cultiva y se ha cultivado con pluviometrías anuales tan dispares como las que corresponden a Galicia o al País Vasco, entre 1600 y 1800 mm, por ejemplo en las comarcas que dan las denominaciones de origen Rías Baixas y Guetaria, frente a los 300 mm en Jumilla y apenas 100 mm en Lanzarote. O con temperaturas tan contrastadas como las de la Meseta Norte, con heladas muy rigurosas, de menos de 10 ºC bajo cero en invierno, frente a las de la costa surmediterránea o las tierras bajas de Canarias, donde nunca hiela.

 

Esta viña, ¿será uno de los cultivos sensibles al cambio o cree que su ámbito de distribución no tiene porque variar sustancialmente? ¿Cuál sería el papel de la biodiversidad natural en estos patrones de distribución futuros?

Lo que comentaba anteriormente permite pensar que un cambio en las condiciones térmicas y pluviométricas como el previsto por los modelos no va a comprometer el cultivo de la vid en nuestro país. En otras palabras, no peligra la vid en España en conjunto, dada la variedad geográfica y climática de la región. Ahora bien, las áreas de distribución del cultivo sí que van a variar, así como las variedades cultivadas, para una mejor adaptación a las nuevas condiciones climáticas en cada una de las regiones concretas.

 

Se comenta que la agricultura será uno de los grandes perjudicados con el cambio climático. Sin embargo, ¿tiene también esta actividad de origen antrópico un efecto directo en la magnitud del proceso de cambio?

Todos los sectores económicos, desde la agricultura a la industria, el transporte y los servicios, tienen una cuota de participación y responsabilidad en las emisiones de gases de efecto invernadero. Además, el alto consumo de agua y la baja eficiencia del sistema de riego en ciertos cultivos de nuestro país tiene, por ejemplo, un impacto considerable en las reservas hídricas.

 

A su vez, ¿la actividad agrícola bien diseñada podría aportar hasta cierto punto un factor corrector del cambio?

Por lo dicho hasta ahora, resulta evidente que la planificación sostenible y el buen diseño de la actividad agrícola han de contribuir positivamente a la mitigación o por lo menos a la atenuación real del calentamiento previsto.

 

¿Cómo cree que convivirá la viticultura tradicional con los riesgos de desertización y la posible aparición recurrente de plagas?

El aumento térmico y posiblemente el de insolación, así como una menor disponibilidad de agua en el suelo, obligarán forzosamente a cambiar algunas variedades de uva en ciertas comarcas y regiones. Habrá, en cada caso, que optar por las cepas mejor adaptadas a las nuevas condiciones climáticas de cada área, porque, además, no es aventurado suponer la aparición de nuevas plagas asociadas a estos cambios. Habrá, por tanto, que realizar un seguimiento esmerado de las condiciones fitosanitarias de los cultivos de vid ante este potencial peligro que podría resurgir.

 

¿Es posible una adaptación real del sector en España ante este nuevo reto? ¿En qué debería basarse?

Los aumentos de temperatura e insolación elevarán el límite altitudinal del área de cultivo de la vid, en detrimento productivo de los sectores más bajos. Así, la vid en España puede ganar tierras en aquéllas comarcas hoy demasiado frías por su altura, pero, en contrapartida, el cultivo será más difícil o menos rentable en las regiones más cálidas y bajas. Con el objetivo de mitigar la sequedad edáfica, hay que contemplar que la irrigación será más necesaria que en la actualidad. Los métodos enológicos pueden corregir convenientemente el aumento del grado alcohólico derivado de un régimen hídrico menguante. En todo caso, las pautas de sostenibilidad en el cultivo de la vid, incluyendo los procesos de fertilización –que han multiplicado mucho la productividad media de uva por hectárea en las últimas décadas–, el uso de una tecnología más moderna y respetuosa con el medio, y la prevención y preparación ante las nuevas condiciones ambientales y socioeconómicas derivadas del cambio climático, han de permitir contemplar el futuro de un modo esperanzado, no catastrofista, aun asumiendo responsablemente la gravedad del problema.

Javier Martin Vide es catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona, matemático y doctor en Geografía e Historia. Sus investigaciones se centran en variabilidad y cambio climático.
Ha publicado 24 libros y unos 300 artículos científicos. Algunas de sus obras son El tiempo y el clima (2003, Premi «Serra d’Or» 2004), Los mapas del tiempo (2005) y Aspectos económicos del cambio climático en España (2007).
Ha dirigido 11 tesis doctorales y ha participado en los proyectos europeos ADVICE, IMPROVE y COST-733. Es el primer presidente de la Asociación Española de Climatología, presidente del Consell Assessor del Meteocat, miembro editorial de International Journal of Climatology, Premio ATLAS-2004 y revisor experto en el 4º Panel Intergubernamental del Cambio Climático.