Hace 15 años, llegué a Mallorca y desde entonces el mundo del vino en la isla ha experimentado un aumento espectacular en cuanto a número de bodegas, extensión en viña plantada y calidad del vino. En estos momentos, la cifra de bodegas censadas se eleva a 65. Si bien contamos con producto de calidad, un equipo de buenos profesionales y un entorno bellísimo, el vino de Mallorca sigue siendo un gran desconocido. Uno de nuestros principales inconvenientes es la insularidad que eleva considerablemente los costes de producción y comercialización del producto. Otras tierras españolas, con nombres de vino, han potenciado su imagen nacional e internacionalmente. Sin embargo, aquí seguimos sin valorarlo y tampoco potenciarlo.

No figuramos en los mapas vinícolas de España, a pesar de contar con dos denominaciones de origen, Binissalem y Pla i Llevant. Además de la siguientes indicaciones geográficas: Vi de la Terra Illes Balears, Vi de la Terra Mallorca y Vi de la Serra de Tramontana-Costa Nord.

 

En la comarca de la denominación de origen Binissalem, la primera y más conocida, la tradición del vino se remonta a la época romana. Situada en el centro de la isla ofrece un paisaje sorprendente y majestuoso, poblado de almendros, algarrobos, olivos, higueras con la bellísima Serra de Tramontana a sus espaldas. La ruta de la DO de Binissalem acoge las poblaciones de Binissalem, Sencelles, Santa Eugenia, Santa María del Camí y Consell. Para la elaboración de los vinos con derecho a la DO Binissalem únicamente se pueden cultivar uvas de las variedades: manto negre, callet, ull de llebre, monestrell, cabernet sauvignon, syrah y merlot, para las tintas, y moll o premsal blanc, parellada, macabeu, moscatell y chardonnay, para las variedades blancas.

Los vinos de la denominación de origen Pla i Llevant, creada en el año 1999, pertenecen a la zona central y oriental de Mallorca, y comprenden los municipios de Algaida, Ariany, Artà, Campos, Capdepera, Felanitx, Llucmajor, Manacor, Maria de la Salut, Montuïri, Muro, Petra, Porreres, Sant Joan, Sant Llorenç des Cardassar, Santa Margalida, Sineu y Vilafranca de Bonany. Los vinos de esa zona han recibido en los últimos años numerosas distinciones y premios.

La crisis nos ha golpeado como a todos y el principal motor de la economía balear, el turismo, se ha visto seriamente afectado. Mallorca recibió durante 2009 más de 8 millones y medio de turistas. Si bien la cifra es importantísima, representa una disminución en la afluencia de turistas cercana al millón de personas. Contamos con una oferta complementaria sin competencia en el resto del territorio nacional, pues al enoturismo, podemos añadir, sol y playa, oferta náutica, golf gastronómica, rutas ciclistas, senderismo, nordic walking… y todo esto respaldado por una infraestructura hotelera de gran calidad que cuenta con todo tipo de ofertas de alojamiento. Unas conexiones aéreas importantes con el resto de España y Europa.

Es el momento de valorar lo nuestro, de potenciar el turismo enológico y gastronómico en la zona. Si bien, nos falta la experiencia, el saber principalmente, el know how… pues el modelo exterior de la península o el extranjero no es adecuado para nuestro territorio. Se presenta aquí una gran oportunidad de posicionarmos nacional e internacionalmente en el competitivo mundo del turismo enológico.

El principal consumidor del vino mallorquín es el cliente alemán, que cuenta con una presencia importante en la isla como residente, y es el más numeroso en cifra anual de visitantes. El mercado alemán representa el 32% del total. Tenemos entonces una ventaja considerable cuando hemos de saber vender la belleza y la cultura mallorquina para mejorar el bienestar y la imagen la isla. ¿Obrará el vino ese milagro? ¿Figuraremos pronto como una gran potencia enológica? Confío en que sí.

* Fotos por gentileza de Celler Son Vives de Banyalbufar.