Esta idea aparece subyacente en muchos de los análisis, necesariamente apresurados y con frecuencia angustiados, que numerosos sectores económicos últimamente encargan y publican más tarde (en mass media, curiosamente). Una práctica de la que el mundo del vino no va a poder escapar. Se bendice todo aquello que se fragua en Facebook o Twitter, a pesar de que esas redes siguen siendo zonas deshabitadas por lo que respecta a bodegas, consumidores y profesionales del vino. Y esa es una realidad que no se corrige por la voluntad y el esfuerzo de un sector…

Los especialistas reunidos en el Congreso Internacional de Economía y Cultura del pasado mes de mayo confesaron que resulta difícil pronosticar cuándo y dónde finalizará la crisis, pero afirman que al final del túnel nos espera una economía en la que la cultura, el conocimiento y las redes de comunicación social tendrán mayor peso que las materias primas y la energía.

Resulta tranquilizador escribir estas líneas en una publicación que se dirige a los científicos y profesionales de un sector económico con uno de los valores culturales añadidos más altos de nuestra economía. Pero la tranquilidad zozobra al descubrir que ese sector, en nuestra área geográfica y cultural, está trabajando «sin red» que sostenga su apuesta de futuro. Es decir, sin sólidas redes sociales que estructuren la sociedad y el consumo que primarán dentro de poco tiempo.

No en todas partes, sin embargo, se encuentran en situación tan delicada. VinTank, el más prestigioso think tank (laboratorio de ideas) del sector vitivinícola norteamericano, ha publicado un extenso informe sobre la realidad de los social media en su sector, con el sugerente título We are here!, en el que se reconoce que las redes sociales están revolucionando los paradigmas de la industria (norteamericana) del vino. Un indicador de que ello es cierto es que algunas bodegas californianas han empezado a contratar «Social Media Directors» para gestionar su posición en ese nuevo escenario, que se considera estratégico. Una indudable ventaja a la hora de competir en los nuevos mercados por los nuevos consumidores.

¿Y el enólogo? Hay cierta teoría (no totalmente libre de insidia) que sostiene que en la primera revolución vitivinícola, desencadenada en el último cuarto del siglo pasado de la mano de la tecnología y la ciencia, los enólogos fueron más espectadores que actores, y que en esta segunda revolución no van a tener mejor papel. Nada mejor que la realidad para desmentir (o validar) teorías: el enólogo está ahora más que nunca capacitado para liderar en gran medida la revolución de las nuevas tecnologías en la industria del vino, porque ya está profesionalmente capacitado para gestionar la innovación y el diseño de producto que los mercados futuros requerirá con los componentes culturales y cognitivos exigibles. Pero no debe olvidar que las sutilezas, las emociones y las preferencias se están generando ahora en los social media y es en ese mar en el que ha de saber descifrar el significado de las brisas y las tendencias de los vientos.