Agricultura y desarrollo sostenible. Estrategias para la implementación de la agricultura sostenible
El mundo actual se enfrenta al grave problema del mal reparto de la riqueza. Sin embargo, tras él se esconde otro al que el ser humano también ha de hacer frente: la capacidad de producir, de forma económicamente viable y medioambientalmente aceptable, alimentos y fibra suficientes para cuantos habitamos hoy en el planeta y para los que lo harán en el futuro.

Las bases para solucionar este problema fueron sentadas por la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, cuando acuñó el término desarrollo sostenible dentro de su informe anual de 1987 titulado «Nuestro futuro común» (concepto que tomó un fuerte impulso con la Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente celebrada en Río de Janeiro en 1992). Consiste en proponer la tesis de que es posible satisfacer las necesidades de la población actual sin comprometer el que puedan seguir haciéndolo las generaciones futuras, sobre la base de una gestión eficiente en la explotación de los recursos naturales y a una adecuada organización social.

Dentro de este contexto se sitúa la agricultura sostenible que no es sino la aportación del sector agrícola al desarrollo sostenible. La idea esencial en que se apoya es la de considerar que la agricultura en sí misma y, aun siendo productiva, no tiene por qué agredir al medio ambiente. De hecho, bien aplicada, puede mantener e incluso mejorar los recursos naturales. La clave está, por tanto, en detectar y reconocer los problemas que genera la agricultura exclusivamente productivista y articular las estrategias precisas para solucionarlos. La tabla 1 presenta un listado de tales estrategias. Tales estrategias se convierten así en las necesarias para implementar la agricultura sostenible. En todas ellas se está avanzando de forma importante, tanto en la generación de conocimientos (a través de la investigación), como en la puesta en práctica de los mismos, aunque en ambos sentidos queda aún mucho por avanzar.

Ordenación territorial
Estrategias relativas al suelo agrícola

Prácticas que minimizan la erosión: la agricultura de conservación

Estrategias que evitan la desertificación

Acciones que conservan y mejoran las propiedades biológicas del suelo

Estrategias relativas al agua dulce: prácticas que mejoran la eficiencia en su utilización
Estrategias relativas conjuntamente al suelo agrícola y al agua dulce

Fertilización que reduce al mínimo la contaminación de suelos y aguas: los sistemas integrados de nutrición de plantas

Manejo de la salinidad

Estrategias basadas en el uso racional de la mejora genética vegetal, tanto tradicional, como la que hace uso de la biotecnología
Estrategias orientadas a mejorar la capacitación de los recursos humanos
Estrategias para la puesta en práctica racional del control de los enemigos de los vegetales

Sistemas de manejo de enfermedades

Sistemas de manejo de malas hierbas

Manejo integrado de plagas

Tabla 1 Estrategias para implementar la agricultura sostenible


Fundamentos del manejo integrado de plagas

El problema de las plagas (conjuntamente con el de las enfermedades y malas hierbas) es una amenaza para la sostenibilidad de los sistemas agrícolas. Por un lado, es necesario actuar sobre ellas para asegurar la rentabilidad económica de las explotaciones y, por otro, la utilización masiva de plaguicidas ha traído consigo importantes problemas relacionados con la desestabilización de los agroecosistemas y con la peligrosidad de sus residuos.

Tal como recoge la tabla 1, en el marco de la agricultura sostenible, este problema se aborda de acuerdo a la estrategia conocida como manejo integrado de plagas, que se apoya en tres fundamentos, que lo diferencian claramente del modo de actuar frente a las plagas en un contexto de agricultura exclusivamente productivista:

– Decisión del momento de actuación frente a la plaga: se considera el problema, no como de mera presencia/ausencia de la misma (práctica habitual, todavía incluso en la actualidad), sino como de biología de poblaciones. De acuerdo a ello, se soportarán niveles de población de la plaga hasta que el daño que produciría si no se actuase sobre ella, igualase el coste de ejecución de los instrumentos de lucha a emplear (umbral económico, de tolerancia o de acción).

– Minimización del impacto ambiental negativo.

– Integración de los diferentes instrumentos de lucha disponibles, de modo racional, dando prioridad a instrumentos alternativos a la lucha química, aunque no necesariamente excluyéndola.

Métodos de control incorporables al manejo integrado de plagas. Particularización al caso de las plagas de la vid
En la actualidad existen diferentes métodos para el control de plagas que atajan el problema desde perspectivas distintas y que deben ser racionalmente integrados en cada situación, para actuar de modo acorde con el manejo integral de plagas y, por ende, con la agricultura sostenible. A continuación se describen estos métodos, indicando aquellos que ya tienen aplicación práctica en el caso de plagas de la vid.

Instrumentos legales
Incluyen una serie de medidas tomadas por los poderes públicos con el fin de prevenir la expansión de plagas entre países y, si a pesar de todo tiene lugar la introducción de una plaga exótica, promover acciones para su rápida detección y erradicación. Estas medidas se aplican, obviamente, también a las plagas de la vid.

Prácticas culturales
Pueden ser utilizadas en el control de plagas haciendo que afecten a su entorno en sentido desfavorable para ellas. Algunas de ellas son muy tradicionales y no por ello poco efectivas a la hora de reducir las posibilidades de llegada de la plaga y, producida ésta, de limitar su crecimiento y dispersión por afectar negativamente a su reproducción, supervivencia y/o diseminación. Se destacan a continuación las más importantes:

– Utilización de material de propagación sano. Se trata de una práctica esencial generalizable a la lucha contra el total de enemigos de las plantas cultivadas.

– Mantenimiento del huésped en óptimo estado general, de modo que sea más tolerante al ataque de las plagas que si no gozase de él.

– Modificación de factores físicos (temperatura, humedad, luz, etc.) para perjudicar a través de ellos el desarrollo de las poblaciones de las plagas.

– Rotación de cultivos. Esta práctica tiene una importante capacidad para prevenir el incremento de la importancia de especies plaga, siendo tanto más eficaz cuanto las plagas sean menos polífagas y tengan una menor capacidad de dispersión.

– Mezcla de cultivos que, en general, proporciona una reducción en la incidencia del ataque de especies plaga, si bien pueden darse situaciones contrarias, lo que obliga a analizar cada caso concreto.

– Técnicas de mantenimiento del suelo que afectan marcadamente a sus condiciones ambientales y, por ello, a la supervivencia de las plagas que se encuentran en él. Pueden tener también un efecto directo a través de los daños físicos infringidos durante las prácticas mecánicas asociadas a dicho mantenimiento.

– Modificación de las fechas de siembra/plantación y recolección para crear una asincronía entre la fenología del cultivo y la de la especie plaga, y retardar así su nivel de establecimiento o evitar su coincidencia con un estado de desarrollo del cultivo especialmente sensible.

Excepto la modificación de factores físicos (práctica muy utilizada en productos almacenados, pero de uso muy limitado en condiciones de campo), la rotación de cultivos y la modificación de las fechas de siembra/plantación y recolección (estas últimas aplicables en cultivos herbáceos), el resto de prácticas culturales mencionadas deben ser tenidos en consideración en el manejo de las plagas de la vid.

Control biológico
Consiste en la utilización de organismos vivos para reducir hasta niveles tolerables el daño causado por las plagas. Algunos autores incluyen dentro de esta definición otros métodos de control basados en aspectos biológicos como la lucha autocida. Así, se puede establecer la clasificación siguiente para los métodos de control biológico de plagas:

Control biológico con macroorganismos, llevado a cabo mediante parasitoides y depredadores. Se puede desarrollar de acuerdo con diferentes estrategias:

– De conservación. Consiste en la manipulación del ambiente para mejorar la eficacia de los enemigos naturales ya establecidos, proporcionándoles los requisitos que necesitan para su supervivencia (huéspedes alternativos, alimento suplementario, refugios, etc.) y eliminando o mitigando en la medida de lo posible, los factores ambientales que les afectan negativamente (plaguicidas, ciertas prácticas culturales, etc.).

– Inoculativa o clásica. Se basa en la liberación de enemigos naturales en la zona donde está la plaga con el objetivo de que se establezcan y diseminen para lograr un control a medio-largo plazo.

– Inundativa. Consiste en la recogida, cría masiva y suelta periódica en grandes números, del enemigo natural para conseguir un control inmediato.

Lucha microbiológica. Todas las especies causantes de plagas sufren enfermedades causadas por microorganismos patógenos. Por tanto, todos estos microorganismos son susceptibles de ser empleados para su control en lo que se denomina lucha microbiológica. Los principales grupos de patógenos que se están considerando para tal fin son los nematodos, hongos, bacterias y virus. De entre todos los microorganismos estudiados, el que ha presentado un mayor desarrollo práctico es la bacteria Bacillus thuringiensis, capaz de producir cristales proteicos tóxicos para algunas especies de insectos. De ella, existen miles de aislados y algunos se emplean ya de forma práctica frente a larvas de lepidópteros, dípteros y coleópteros.

En la actualidad, el control biológico ya está siendo utilizado frente a las plagas de la vid. Hay que señalar que siempre es recomendable poner en práctica la estrategia de conservación. Además, el control biológico con depredadores, de acuerdo a una estrategia inundativa, ya se practica frente a tetraníquidos que atacan a la vid (especialmente Tetranychus urticae) utilizando el fitoseído depredador Neoseiulus californicus. También tiene aplicación la lucha microbiológica. En concreto, las razas Aizawai (cepa xentari) y Kurstaki de la bacteria Bacillus thuringiensis están registradas para su uso frente a plagas de lepidóteros, destacando su aplicación frente a las polillas del racimo, especialmente Lobesia botrana.

Lucha autocida. Consiste en la esterilización artificial de un gran número de individuos de una especie (preferiblemente machos) y su posterior liberación en el hábitat de una población plaga suya, con la finalidad de que disminuyan los cruces fértiles y que, por tanto, la descendencia sea menor en la generación siguiente. Repitiendo el proceso en generaciones sucesivas, si el número de insectos estériles liberados es suficientemente elevado, se puede llegar a la eliminación de la población de la especie problema.

Una de las plagas que se ha combatido en España mediante lucha autocida es la mosca mediterránea de las frutas Ceratitis capitata que ataca, entre los cultivos, a la vid. En la actualidad, esta práctica no se usa en nuestro país aunque sí está siendo empleada con éxito en otros lugares.

Utilización de variedades resistentes
La resistencia de las plantas a las plagas se puede definir como la capacidad inherente de aquéllas para reducir, retrasar o evitar la infestación provocada por éstas. El uso de estas variedades ofrece atractivas ventajas que las hacen muy interesantes en el contexto del manejo integrado de plagas (tabla 2).

Ausencia de efectos secundarios no deseables

Compatibilidad con otros métodos de control

No se requiere un conocimiento especial o equipo para su aplicación

Atractivo para el agricultor

Tabla 2 Principales ventajas que ofrece el uso de plantas resistentes a plagas

Hasta hace muy poco, las variedades de plantas resistentes a plagas se obtenían únicamente mediante selección genética de las plantas que presentaran las características deseadas a partir de poblaciones obtenidas por cruzamientos. Sin embargo, actualmente se han abierto nuevas posibilidades con la biotecnología que permite transferir genes concretos a las plantas para obtener así las llamadas variedades transgénicas resistentes a plagas. Su obtención y utilización ofrece las ventajas del enorme abanico de posibilidades que abren y de la gran rapidez frente a las técnicas de mejora clásica. No obstante, es conveniente señalar que pueden presentar algunos riesgos que hay que valorar antes de su registro, comercialización y uso: sobre la salud (toxicidad, potencial alergénico y posible inducción de resistencias de bacterias a antibióticos) y sobre el medio ambiente (efectos sobre organismos no objetivos y, a veces, beneficiosos en agricultura como polinizadores y enemigos naturales, efectos del escape de transgenes y posible reducción de la biodiversidad).

Uno de los éxitos más espectaculares y paradigmáticos en la utilización de variedades resistentes a plagas ha sido, sin duda, el control de la filoxera de la vid mediante la utilización de portainjertos de vid americana que deben dejar de ser empleados, ya que prácticamente toda la España peninsular y las islas Baleares son zonas filoxeradas, no libres de la plaga. Cabe mencionar, además, que en el momento actual no hay variedades transgénicas de vid registradas en ningún país.

Lucha química
Se incluye aquí la utilización de productos químicos que, en su mayoría, se caracterizan por ser neurotóxicos y por tener una elevada toxicidad aguda. La mayoría de ellos son moléculas orgánicas de síntesis y se han agrupado, según su composición química en cinco bloques: clorados, fosforados, carbamatos, piretroides y otros grupos menores (noeonicotinoides, fosfamidinas, etc.).

Su utilización masiva ha ocasionado una serie de problemas de diversa índole con los que inicialmente no se contaba (tabla 3). Sin embargo, siguen siendo un instrumento de lucha importante y se prevé que así seguirá ocurriendo. En vista de ello y para reducir esos problemas, entre otras acciones, se están desarrollando nuevos compuestos que se señalan en el apartado siguiente y que se pretende sean más selectivos y menos persistentes.

Contaminación por residuos

Del suelo

Del agua

De los productos vegetales

Alteración de los agroecosistemas

Potenciación de plagas secundarias

Efectos secundarios en la fauna útil

-Polinizadores

-Enemigos naturales

Desarrollo de resistencias

Tabla 3 Problemas derivados del uso masivo de plaguicidas orgánicos de síntesis

En el caso del manejo de las plagas de la vid, se hace también todavía necesario el uso de la lucha química. Por ello, resulta interesante citar una serie de prácticas que racionalizan ese uso: la elección adecuada del producto, el no sobrepasar las dosis recomendadas, el llevar a cabo una correcta técnica de aplicación y el elegir con acierto el momento óptimo para la misma.

Métodos biotécnicos o biorracionales
Se basan en la modificación de algún proceso fisiológico o de comunicación específico de la plaga, de forma que finalmente se controle la población problema. Comprenden el uso de diversos productos químicos, en su mayoría, semejantes o idénticos a sustancias producidas por insectos y plantas. Los más importantes se describen a continuación:

Uso de feromonas

Son sustancias de secreción externa producidas por un individuo de una especie y percibidas por otro de la misma, en el que originan un cambio de comportamiento o de fisiología. De los distintos tipos que se pueden distinguir según su función biológica, sólo dos han sido utilizados hasta el momento en el control de plagas: las sexuales (para seguimiento de poblaciones de insectos, trampeo masivo, lucha por confusión y control por atracción y muerte) y, en menor medida, las de agregación (fundamentalmente para el trampeo masivo).

Cabe destacar aquí la confusión sexual que se basa en aumentar de tal manera la concentración de feromona sexual en el ambiente que el sexo receptor de la misma se desoriente y sea incapaz de encontrar al opuesto, con la consiguiente disminución del número de acoplamientos y de la reproducción de la población.

El uso de feromonas sexuales para el seguimiento de poblaciones de plagas es muy utilizado en vid para especies de lepidópteros. También la confusión sexual está siendo utilizada en el control de la polilla del racimo L. bortrana, plaga clave del viñedo en España.

Empleo de cairomonas

Son metabolitos secundarios de las plantas que intervienen en la atracción de los insectos por parte de ellas, pudiendo ser utilizadas para el seguimiento de poblaciones de especies fitófagas y para el trampeo masivo.

Utilización de alomonas. Son también metabolitos secundarios de las plantas, pero en este caso, las utilizan para defenderse del ataque de los insectos. Según el tipo de alomona, pueden actuar como tóxicos, cesadores de la alimentación o antiapetitivos, repelentes y alteradores del balance hormonal.

Un caso práctico lo representa la azadiractina, extraída del árbol del neem, y registrada en vid para el control de plagas de insectos de los órdenes Homoptera, Thysanoptera, Diptera y Lepidoptera y del ácaro eriófido Colomerus vitis, causante de la erinosis de la vid.

Utilización de reguladores del crecimiento de los insectos (RCI). Incluyen una amplia gama de compuestos capaces de alterar el desarrollo y crecimiento de los mismos. La mayoría de ellos parecen interferir de alguna manera con la formación normal de la cutícula (componente del tegumento responsable de funciones vitales). Destacan los grupos siguientes:

– Hormona juvenil, juvenoides y juvenógenos. En la actualidad, hay insecticidas de este grupo registrados frente a diversas plagas.

– Antihormonas juveniles, cuyo uso práctico es nulo hasta ahora.

– Ecdisona y ecdisoides. Algunos de sus componentes están en el mercado tras el descubrimiento de ecdisoides químicamente no esteroidales y, por tanto, no similares a hormonas de vertebrados.

– Antiecdisoides. Son compuestos antagonistas de la hormona de la muda, de los que sólo la azadiractina (ya mencionada más arriba también como alomona) está comercializada.

– Inhibidores de la formación de la cutícula. Estos compuestos, bien inhiben la síntesis de algún compuesto básico de la cutícula, bien alteran la estabilización de su estructura. Algunos autores los denominan inhibidores del desarrollo de los insectos ya que, al contrario que los reguladores del crecimiento de los insectos vistos hasta ahora, no regulan su crecimiento sino que inhiben un proceso vital para ellos. En este grupo destacan los inhibidores de la síntesis de quitina que han presentado un importante desarrollo práctico con un número de compuestos registrados superior al de los demás grupos de reguladores. Entre ellos, sobresalen los pertenecientes al grupo químico de las benzoilfenil ureas.

– Ciromacina. Es un compuesto incluido dentro de los reguladores del crecimiento de insectos, cuyo modo de acción primario no es todavía conocido, pero cuya manifestación externa muestra muchas características comunes con las de las benzoilfenil ureas, actuando como éstas sobre el tegumento. En España se trata de un compuesto registrado para su uso comercial frente a dípteros, al presentar una acción muy selectiva frente a larvas de este orden de insectos.

Son varios los reguladores del crecimiento de insectos ya registrados en vid con una clara tendencia a su incremento. En concreto, en España, ya se pueden utilizar los siguientes: el juvenoide Fenoxicarb frente a cochinillas, polillas del racimo y otros lepidópteros, el ecdisoide no esteroidal Tebufenocida frente a la piral Sparganothis pilleriana y a las polillas del racimo, especialmente L. botrana, las benzoilfenil ureas inhibidoras de la síntesis de quitina Flufenoxuron (frente a plagas de lepidópteros y ácaros tetraníquidos de los géneros Eotetranychus, Tetranychus y Panonychus) y Lufenuron y Teflubenzuron (ambos frente a piral). Mencionar también el acaricida Hexitiazox (inhibidor de la síntesis de quitina) registrado en vid para el control de ácaros tetraníquidos.