En este país se realiza investigación en el sector de la vitivinicultura desde hace décadas, y se gestiona la innovación desde hace aún más tiempo. La cuestión es que se trata de acciones aisladas sin objetivos a largo plazo ni con una hoja de ruta común para todo el sector.

Desde su creación en el año 1984, ACE, Revista de Enología ha clamado para cambiar este panorama y crear una política coherente y eficiente de investigación enológica. Y parece que alguna cosa se mueve en esta dirección. Son momentos poco propicios para hacer inversiones y menos para hacer inversiones con rentabilidad no inmediata. En este sentido, la investigación científica es la inversión de futuro imprescindible que permitirá optimizar cosechas en los próximos años y no verlo así en el pasado ha sido uno de los obstáculos en la competitividad del sector. Seguramente, la iniciativa ahora planteada es la última oportunidad de impulsar un sector productivo que se tendrá que enfrentar a poderosos cambios en el futuro (ver, por ejemplo, la editorial anterior «El vino de China y el conocimiento»), un sector productivo que no solo es uno de los más importantes dentro del complejo agroalimentario, sino que es también uno de los que más carácter cultural aporta, especialmente en los mercados exteriores y esto quiere decir más valor añadido.

La creación de la PTV, Plataforma Tecnológica del Vino, con la ayuda de la Administración, ha permitido disponer de una herramienta de cohesión capaz de plantear una Agenda estratégica para la investigación del sector, objetivo que la ACE considera imprescindible por lo que es socia de dicha plataforma.

El documento que recoge esta Agenda, con un recorrido desde 2012 hasta el horizonte 2020, que fija la UE, fue presentado en público el pasado 27 de noviembre en la sede del Ministerio de Economía y Competitividad, competente en investigación ya que incluye la Secretaria de Estado en I+D+i. Aunque no se ha prodigado ni el documento ni la noticia en los medios de comunicación, destaca en su lectura la voluntad de convertir la PTV en el interlocutor del sector en todas las acciones e iniciativas relacionadas con la investigación y la innovación, y en actor necesario en la captación de recursos financieros, públicos y privados, que permitirán desarrollar la actividad innovadora.

En momentos en los que las inversiones en investigación que se realizan a través de los presupuestos generales del Estado han caído en un 25% solo el último año, augura que la lucha por obtener una parte de este pastel estratégico será muy dura y seguramente la ambición, que en el mundo de la investigación se llama conseguir la excelencia, será un factor clave. El documento presentado no prevé, al menos en el anexo que recoge los objetivos y líneas de actuación, una estrategia de formación de investigadores de alto nivel ni de captación de talento, y no propone la constitución de un/os centro/s de excelencia científica, que se conviertan en referentes internacionales del conocimiento enológico y vitivinícola (recordemos que el horizonte de la estrategia es el 2020, no mañana). Estos han sido los puntos críticos en otras estrategias científicas de éxito aplicadas a sectores clave de nuestro país, que han permitido recaudar proyectos y subvenciones de programas estatales y europeos, en competencia con otros países tecnológicamente punteros. Si no hay una correcta gestión del talento y la excelencia, los recursos y los resultados no serán suficientes para competir el 2020.

Disponer, por tanto, de una estrategia encaminada a proporcionar contenido científico al sector vitivinícola es una primera buena noticia, que se tornará excelente en la medida que el sector sepa adecuarla a las perspectivas de un mercado cada vez más global, competitivo y dependiente del conocimiento.