El pasado 6 de mayo de 2013 se celebró en el espacio Arts Santa Mònica, de Barcelona, «El Somni» (el sueño); una experiencia multisensorial ideada por los hermanos Roca, de El Celler de Can Roca. Desarrollado durante los dos últimos años, este espectáculo fusiona gastronomía y arte como nunca antes se había hecho. Y la enología forma parte de ello.

En nuestra cultura, el vino nos acompaña en los momentos decisivos de nuestra vida y no podría faltar en ninguno de nuestros sueños. La experiencia multisensorial del «El somni» del Celler de Can Roca, se construye a modo de ópera gastronómica, en la que los protagonistas principales, aparte de los comensales, son las creaciones culinarias de Joan y Jordi Roca conjuntamente con la selección de vinos de Josep Roca.

Jordi, Josep y Joan Roca. Fotografia de David Ruano

 

Cada vino seleccionado y presentado por el maestro sommelier, Josep Roca, es un ingrediente indispensable, exclusivo y descriptivo de cada uno de los acentos operísticos de «El somni», que relata una historia protagonizada por una ondina, ninfa acuática cuyo nombre es Astrid.

Un cava de 110 meses a modo de bienvenida nos enmarca en el interior de nuestra cultura mediterránea, con el culto al trabajo realizado en conjunto, sobrio y en armonía con el territorio, los gustos del cual se descubren de la mano de los hermanos Roca en 12 platos inéditos para cada uno de los 12 actos.

Durante el preludio, el perfume y la acidez pujante de un riesling del Nahe, respira frescor e intensidad de aromas que nos conducen a una primavera en flor que nos exalta anímicamente y nos hace sentir la alegría de vivir.

Empieza el sueño de la protagonista Astrid con un vino perdido en la oscuridad y el silencio desde 1881: se sirve en una copa negra para no deslumbrarla, una malvasía de suelo volcánico de Lanzarote nos aleja de los sabores terrenales.

Con la llegada a la Luna, en el segundo acto, sentimos la zozobra de la protagonista por la oscuridad reinante, el vacío y la ingravidez. ¿Cuál es el gusto de la Luna? La lucha entre la levedad y la consistencia, el placer y la angustia expresadas mediante el contraste entre el dulce y amargo de un barolo chinato.

La delicadeza y exuberancia de un exclusivo champagne de 1999 nos despierta de las profundidades del espacio y nos retorna el alma como lo hace el mitológico Serpentario con Astrid.

Con la caída al mar, la ondina se convierte en sirena y muestra toda su generosidad. El océano, origen de la vida, expresa su salinidad y profundidad conducido por unas gotas de amontillado de 60 años: pura esencia, expresión de territorio influenciado por el Atlántico; inmensidad de percepciones.

A continuación, la sedosidad y viveza de un jerez joven muestra la parte más fresca y amable del mar: un perfecto maridaje con los frutos del Mediterráneo que Astrid regala a los comensales.

En el Jardín de las Hespérides, el exotismo y la diversidad de sabores están representados por un riesling del Saar, cuyo dulzor y acidez se han fundido en la voluptuosidad y complejidad de aromas: especias, flores, frutas y notas de hidrocarburos se expanden en la armonía de un gran vino.

Tras el espumoso que acompaña a la exaltación del festejo, la calidez de una garnacha del Priorat, suave y joven como los pétalos de una rosa, simboliza la sensualidad, el erotismo y también la carnalidad del séptimo acto.

La ambición del placer eterno, quiebra la belleza del momento desencadenando un agrio estallido, la desgracia: un vino joven del Empordà de 2012, de viñas que fueron testimonio del devastador incendio que nos atemorizó; un vino que refleja el humo y los recuerdos del fuego.

El noveno acto es una reflexión sobre la guerra, la lucha contra uno mismo. La búsqueda de la autenticidad y el hedonismo. La historia de dos vinos elaborados por el mismo enólogo: el seny (la sensatez) y la rauxa (el arrebato). Primero, el objetivo de la perfección, la armonía, la resolución y la firmeza, como utilitarismo versus la autenticidad de un vino natural sin artificios, débil, pero genuino.

Tras la guerra aparece la muerte, las huellas de la vida apagándose. Unas gotas de oloroso seco, de 150 años, simbolizan la contundencia del extracto de toda una vida, la tristeza de una muerte que no deja de ser un instante efímero, que culmina tantas vivencias y emociones: ¡toda una vida resumida en unas gotas!

De nuevo el espumoso nos regenera el paladar, borra las percepciones del pasado y nos prepara para nuevos estímulos. Un espumoso es como un milagro, una metamorfosis de un vino débil y delicado que, con la segunda fermentación, consigue una larga vida.

Al despertar del doceavo acto, Astrid retorna a la conciencia y esperanza. Un vino de hielo nos expresa concentración de azúcares, acidez y sabores que nos ofrecen amplitud, profundidad y viveza al paladar. La golosidad, la voluptuosidad y la persistencia de un icewine son una aproximación a un vino de ensueño.

La excelsa selección de vinos del proyecto «El somni» por parte de “Pitu” Roca invita a todos los sentidos al unísono, abriéndose el espíritu, para explorar emociones y sentimientos exclusivos del ser humano. La expresividad de estos vinos actúa a modo de hechizo y rompe la rigidez de la cata seduciendo a los invitados hasta el embrujo.

En este video puede apreciarse la belleza, innovación y creatividad de este proyecto único: