No todo lo que se dice acerca del famoso binomio vino-salud es bueno para el vino, y no todos lo defienden. Los detractores (más frecuentes en los países anglosajones o en el norte de Europa) alertan sobre la pérdida de serenidad y horizontes que parece reinar en la moda de prescribir un vasito de vino, por aquello de las enfermedades cardiovasculares. Tres trabajos científicos ejemplifican este toque de atención, escogidos entre los no demasiado numerosos estudios contrarios a la exaltación de las propiedades beneficiosas del vino como fuente de antioxidantes. En primer lugar, un estudio asume las bondades de los polifenoles del vino, pero hace énfasis en su baja disponibilidad para las células, aunque parece que ésta se modifica en función del estado prandial del organismo (la compañía de los alimentos aumenta su biodisponibilidad). Por otra parte, la asociación norteamericana de cardiología dirige a sus miembros y a otros profesionales una línea de actuación respecto a la prescripción de bebidas alcohólicas como preventivo de riesgos cardiovasculares: es decir, el vino no es un medicamento. Ni tan sólo se encuentra en aquel espacio, a menudo poco definido, entre el medicamento y el nutriente. Para L.R. Ferguson, autor del tercer trabajo, los polifenoles no desempeñan ningún papel conocido en nutrición, y por lo tanto no pueden ser considerados como tales (nutrientes), a pesar del título que hemos dado al Dossier sobre Vino y nutrición.

De Vries, J.H., Hollman, P.C., Van Amersfoort, I. et al.: «Red wine is a poor source of bioavailable flavonols in men», Journal of Nutrition 2001; 131 (3): 745-748.

Aunque puede parecer que un vaso de vino proporciona más flavonoides que una ración de cebolla o una taza de té, es posible que en realidad suceda lo contrario. Investigadores de los Países Bajos han determinado la cantidad de quercetina en plasma en doce individuos sanos después de consumir de 14 a 16 mg de este flavonoide en forma de 750 mL de vino tinto, 50 g de cebolla frita o 375 mL de té negro. Después de 3 días la quercetina en plasma resultaba mayor en los voluntarios que habían consumido cebolla que en los del grupo del vino, y lo mismo sucedía al comparar el vino y el té; la excreción urinaria de quercetina era igual después del consumo de vino y de cebolla, y menor en el caso del té. Conclusión: a pesar de la buena absorción de los flavonoides del vino, su baja biodisponibilidad lo convierte en una fuente bastante pobre de estas sustancias.

Ferguson, L.R.: «Role of plant polyphenols in genomic stability», Mutation Research 2001; 475 (1-2): 89-111.

Un número considerable de polifenoles procedentes de plantas se comercializan como complementos nutricionales o remedios naturales. Los flavonoides y el resto de sustancias que conforman el grupo tienen propiedades antioxidantes, antimutagénicas, antiestrogénicas, anticarcinogénicas, antiinflamatorias y protectoras de la estabilidad genómica. Pero el autor nos recuerda en este trabajo que no todos los polifenoles y no todas las acciones sobre el organismo son beneficiosas: algunos tienen efectos mutagénicos, pro-oxidantes e incluso pueden interferir en rutas metabólicas esenciales. El artículo discute el enfoque de los estudios in vitro, in vivo, epidemiológicos y de intervención, así como las cantidades de polifenoles que es preciso ensayar para empezar a detectar sus efectos. Toda una llamada a la contención.

Goldberg, Ira J., Mosca, L., Piano, M.R., et al.: «Wine and your heart», Circulation 2001; 103 (3): 472-475.

La Asociación Americana de Cardiología (American Heart Association) ha emitido un consejo científico consultivo dirigido a profesionales de la salud. Han analizado los datos disponibles en la bibliografía, procedentes de los diferentes tipos de estudios: epidemiológicos, in vitro, intervencionistas, in vivo, y llegan a diferentes conclusiones que desarrollan en su comunicado. La asociación afirma que, si bien ciertos experimentos in vitro y encuestas de población muestran que el vino puede tener unos limitados efectos beneficiosos, existen datos más significativos relativos a otros agentes reductores del riesgo cardiovascular que resultan menos peligrosos, que no está claro que el vi tinto confiera ninguna ventaja sobre el blanco o sobre otras bebidas alcohólicas, y que el consumo de alcohol debe ser un aspecto a discutir entre médico y paciente.