Ni en el cielo. Las características edafológicas de los terrenos de cultivo de la viña y su composición diferencial; el clima y la meteorología, con sus factores de predictibilidad y de alteraciones súbitas; todo ello constituye una parte importante de la materia prima con la que el enólogo debe elaborar un vino. Vino que será único en la medida que la materia prima se convierte en irrepetible. Sin embargo, cualquier experto en la materia sentenciará que lo que realmente distingue a dos vinos elaborados en el mismo territorio, de la misma cosecha y mediante procesos similares es el talento de su elaborador. Y la calidad de ese ingrediente intangible convertirá el vino en un producto vulgar, notable o genial.

El talento es un bien escaso, casi raro, perseguido por los países más avanzados y por las compañías punteras mundiales. Y su búsqueda es global: no importa el país, no importa el sector económico.

En esta lucha encarnizada en la que casi todo vale y las zonas emergentes del planeta disputan primacías a «los grandes» del desarrollo, la enología (como profesión y como sector económico), no está atrayendo talentos. Incluso es posible que alguien que lo posea no contemple, ni como remota opción, adentrase en esta disciplina.

Puede que sólo unas pocas empresas elaboradoras tengan suficiente tamaño como para ser potencialmente atractivas para el talento internacional, pero, ¿estas empresas están convergiendo hacia la economía del conocimiento y ser así realmente atractivas?

Los gobiernos de los países en los que la vitivinicultura tiene un peso significativo en su PIB, incluidos los del «Nuevo Mundo», ¿están invirtiendo para que el sector progrese en esa dirección? Las mejores universidades de esos países, ¿tienen estrategias para impulsar la enología científica? La propia OIV, ¿considera que su programa de ayudas a la investigación resulta mínimamente competitivo con programas similares que intentan atraer el talento hacia la industria biomédica, por ejemplo?

Si las respuestas son negativas, entonces el vino que elaboremos en el futuro seguirá siendo un producto de consumo, pero la percepción por parte del consumidor no será la de un producto de valor, como un perfume o un automóvil, sectores que sí están en la parrilla de salida de esta lucha por las primeras posiciones.

El talento de la tierra y el cielo vitivinícola se cultiva en la mente de sus enólogos. Y esa viña se riega con excelencia y conocimiento, dos factores no afectados por el cambio climático, pero de los que padecemos una persistente sequía.