Asia es un continente con la fachada a Oriente, ya que Europa es su retaguardia occidental. Entre otras cosas, ello implica la poca o nula presencia de climas mediterráneos que suelen requerir costas orientadas a sol poniente. Pero la viticultura ha avanzado mucho hasta el punto de aventurarse a plantar viñedos en cualquier clima que proporcione suficiente temperatura, un número determinado de horas de sol y un mínimo aceptable de lluvia. Facilidades que, poniendo en práctica la pericia de la enología, están permitiendo la proliferación de viñedos en el continente asiático, en especial en sociedades en las que el vino no es un ingrediente esencial de su cultura. Ejemplos paradigmáticos de ello pueden ser los casos de la India y China.

 

El Imperio del Centro y el ojo de dragón

China recuerda viñedos desde un pasado remoto y algunos de sus poetas clásicos más importantes, como Li Tai Po, dedicaron versos al vino, tal como recoge su poemario. Según parece, se trató de tradiciones minoritarias que no trascendieron el paso de los siglos. Pero en la actualidad, las cosas están cambiando. Los viñedos empiezan a poblar tímidamente algunos paisajes de la llanura aluvial china, donde se recuperan variedades autóctonas, como el ojo de dragón, mientras se introducen las variedades cosmopolitas de rigor. Todo bajo la mirada atenta de la todopoderosa Administración estatal, esta vez encarnada en el China National Research Institute of Food and Fermentation Industries (sólo apta para expertos orientalistas).
En China ya se habla de zonas y de denominaciones, y se celebran festivales en los que los ídolos del cine y la televisión hacen los honores a los nuevos vinos chinos.

El famoso actor chino Zhan Tieling escribe en caligrafía china los cuatro ideogramas que forman el nombre Dry Red Dragon Seal, el vino que presentaba este diciembre en el Hotel Sangri La de Shangai (toda una invitación a la fantasía). La fusión de culturas del vino se consuma lejos de los viñedos de Europea

 

Incluso hay una marca ya mítica, Dragon Seal, y una liturgia de caligrafías sobre papel de arroz que produce su efecto sobre los ocho millones de consumidores de vino habituales que, de momento, hay en el país más poblado del mundo.
Es una proporción de habitantes minúscula, cuyo número no puede hacer otra cosa que crecer. Y, según los expertos, lo hará exponencialmente. Tal vez deberíamos alegrarnos. La pregunta (por otra parte, inquietante) es: ¿China será un gran consumidor de los excelentes vinos europeos y de otras zonas del planeta o se convertirá en un monstruo productor que agravará definitivamente el problema del mercado vitivinícola global y destruirá de manera preferente las economías basadas en el vino a precios bajos?

 

Wines of China

Por el momento, disponemos de un observatorio privilegiado en Wines of China en el que, con paciencia oriental, se puede encontrar todo tipo de información sobre el qué, el cuándo y el cómo de los vinos chinos.
Se trata de una buena oportunidad para reflexionar, una vez más, si en nuestra parte del mundo –que consideramos el Imperio del Centro en lo que atañe a los asuntos del vino– estamos haciendo las cosas del modo correcto o, simplemente, gesticulamos desesperadamente ante las puertas de lo que puede ser nuestra última batalla.
Una nota final. Si cuando os adentréis en algún web chino vuestro ordenador os pide permiso para instalar el paquete de caracteres chinos, no os resistáis. Hacedlo y disfrutad de la extraña belleza de este alfabeto. A partir de ahora, cada vez os resultará más familiar.